jueves, 28 de abril de 2011

Generación 95: Conversaciones con los maes de Cus


Podría decir que esto viene con un objetivo muy desinteresado, como rescatar historias maravillosas del rock costarricense, pero en realidad parte de un motivo mucho menos noble: estoy en quema.

Después de más de 10 años de retratar desde distintas plataformas al rock tico, hoy soy parte de un saludable cambio generacional, en la que no solo son otros los artistas que tienen los roles protagónicos, sino también así los comunicadores que cubren el arte de los primeros. No me quejo, estoy feliz del rumbo profesional que he seguido y lo bailado nadie me lo quita. Por eso creo justo que sean hoy otros quienes le cuenten a un público no siempre muy entendido lo que sucede en nuestros bares cuando llega la noche y los amplificadores, pedaleras y micrófonos toman el control (mi apuesta, por mucho, sigue siendo mi buen amigo Arturo Pardo, sin duda lo mejor que, desde el punto de vista periodístico, le ha pasado al rock nacional en mucho, mucho tiempo).

Pero soy un necio y, ante todo, un nostálgico. Y, por ahí, fue que empezó este proyecto, muy personal, que compartiré con ustedes en adelante mediante este blog. Generación 95 es el título de una gran canción de Seka, precisamente en tributo a aquella camada de músicos que, con más ganas que estrategia, echó a andar algo que en su momento conocimos como el underground. Si bien desde los 80 hubo rock original costarricense y tenía su público, mi generación es la de los 90, la que se dio el atracón del grunge y se refugió en Cus, La Rana, El Tablado y la Alianza China para escuchar a maes loquísimos, que le robaban movimientos y riffs a Helmet, Pennywise y Primus y los adaptaban con gran acierto a canciones que hablaban de guaro, los compas y lo hijueputa que puede ser la vida.

Niño Problema, Amplexus, Viejo Loco, Mr. Magoo, Hormigas en la Pared, Flores Muertas, Dulcinea, Garbanzos, Cool MC Cool, Da Guido, DBG, Animales Domésticos, Ritos, Gandhi, Las Tetas de Ofelia, Bruno Porter, Mentados Paupérrimos, Malditos de Verde, Diente Guapo, El Bosque, Kuraj, Índigo, El Parque, UFO, El Guato, Seka, Calle Dolores, Teatromocracia, Solocarne... No a todos los llegué a ver en vivo, no todos tocaron en Cus, no todos siguieron bajo esos mismos nombres, no todos dejaron material grabado pero todos fueron parte de ese algo que nos definió, tanto sobre como frente a un escenario.

Por eso, yo le robo a Seka su título (perros, se les quiere) y bajo dicha sombrilla les iré presentando entrevistas con los protagonistas de aquella época, músicos que convocaban un gentío a sus conciertos a puro afiche fotocopiado, que grababan todo en VHS y casetes y cuyos fans no eran una cifra en redes sociales ni un conteo de "likes".

Muchos de ellos siguen aún vigentes, otros han bajado revoluciones pero no por eso han dejado de ser "los mismos que visten raro y fuman porquerías". La primera entrevista ya está en etapa de enderezado y pintura y espero tenerla en línea a inicios de la otra semana. La serie no tiene mayor planificación e irá saliendo a como pueda, aunque mi expectativa es de poder entregar al menos una por mes.

Estoy en quema por escribir... y eso me gusta.



La foto es tomada del MySpace de HELP y, por la cámara digital que se ve por ahí, es evidente que no data de la época de Cus.

martes, 26 de abril de 2011

Judas Priest anda conDon


En Costa Rica, por lo general, los productores de conciertos ponen su nombre como carta de presentación. Se sienten en su derecho, y la razón los asiste, de que su firma sea más que evidente en cada espectáculo que promueven, a sabiendas de que, si toda sale bien, los aplausos irán asociados de inmediato a su nombre y apellido. Cierto que si las cosas no resultan como las anunciaron las consecuencias también irán directo a ellos como personas pero se trata de un riesgo calculado que bien parece valer la pena.

Marvin Córdoba y Miguel Cabrera han sido de los más explícitos, bautizando a sus respectivas productoras igual que ellos, convirtiéndose así en su propia marca. Otros colegas suyos han optado por emplear sus iniciales, al estilo de ESP (Enrique Salgado), DMP (Darren Mora) o WB (Willy Bosso). Sin embargo, el caso que hoy nos atañe no es de una productora que utilice el nombre de su dueño, a pesar de que todos los esfuerzos de mercadeo están centrados, precisamente, en el productor.

Lo admito: Don Stockwell es un personaje que nunca me la terminó de hacer.

En el 2004 la prensa de espectáculos nacional se fue de cabeza ante la llegada de un gringo-tico que se hizo (sí, él se la hizo) una fiestota en el Hotel Marriott para presentarse en sociedad. De la noche a la mañana, Don Stockwell pasó a ser el amigo que todos querían tener. Luego empezó a pregonar sus ayudas a distintas causas benéficas, con lo que se labró fama de "filántropo". Por mucho menos hemos tildado de bombetas a infinidad de ticos deseosos de atención pero no a Stockwell: su campaña de autobombo contó con la complicidad de todos los medios de comunicación del país, amén de la raza de lame botas y figurines que se autodenominan como "faranduleros", quienes encontraron en el recién llegado a una especie de modelo a emular.

Don Stockwell incursionó y promocionó muchos negocios, siendo siempre el más vistoso el de su productora de conciertos, Tropix II. Recuerdo que de los primeros que organizó estuvo el de Juanes en el Saprissa, evento que yo cubrí y del que no se me olvida la manada de amigos suyos (supongo) que lucían con orgullo camisas con el lema "Yo ando conDon". El productor como protagonista.

Si Lynda Díaz tuvo lo más cercano a "la boda real" que habíamos vivido en esta aldea tan nuestra, Don buscó sobrepasarla con lujos y excesos absurdos: consiguió que le prestaran el templo católico más importante del país, lo llenó de "estrellas" y "artistas", puso a toda su comparsa a desfilar por una alfrombra roja, para asombro de un maravillado pueblo cartaginés, e invitó a cuanta celebridad conocía su esposa en Telemundo y Univisión, aunque al final solo llegaron Boberto, el de Bienvenidos, y el golpea esposas de Osvaldo Ríos.

En abril del 2006, la periodista Giannina Segnini tumbó a Stockwell de su nube, al revelarnos los verdaderos orígenes del personaje y sus antecedentes penales "ganados" en Estados Unidos, aspectos de su vida que desde luego él no reveló cuando empezó sus esfuerzos promocionales.

Pero el golpe de realidad no frenó los deseos de Don por salir en las portadas, como evidenció cuando se dejó decir que encabezaba un grupo de inversores que quería comprar Saprissa (versión que Jorge Vergara descartó con un desprecio brutal). Más recientemente se convirtió en el presidente del fan club de Otto Guevara, invirtiendo más que nadie en bonos de deuda política, mismos que, tras quedar claros los resultados electorales del Movimiento Libertario, dejaron pérdidas millonarias al empresario, aunque él había justificado aquello como un excelente negocio.

Pero nada de eso importa a los metaleros y roqueros criollos, quienes ya ungieron a Don como su nuevo meseas, como il padrino, el capo de capos.

Stockwell no empezó sus aventuras musicales muy tarrero que digamos: cuando Tropix hizo de disquera y promotora de artistas, empezó con el pop de Porpartes y de esa pega que es Ángel López (aka el gordillo de Son By 4), a quien trajo mil veces para que cantara su one hit wonder, A puro dolor. En cuanto a los conciertos, Daddy Yankee, Chayanne, Cristian Castro, Aventura o Il Divo no son la mejor carta de presentación si uno trata de quedar bien con la cholada.

Pero, astuto para los negocios, el productor/protagonista vio que el público camisetanegra sí es rentable, como bien lo establecieron otras productoras cuando trajeron a Anthrax, Metallica, Iron Maiden, Sepultura, Kreator, Helloween o Dio. Y así, Don Stockwell dejó salir el "metalero" que llevaba dentro por medio de la que se define es "sin lugar a dudas la productora más importante de conciertos nacionales e internacionales radicada en Costa Rica".

Hipócrita sería si me quejara de que Tropix estuviera detrás de las venidas de Aerosmith y Megadeth o que ahora anuncie que traerá a Judas Priest y Whitesnake, bandas todas peso pesado y que, en mi caso particular, me cuentan de fijo entre su público. El tema va por otro lado.

Es la incansable gana de figurar del productor lo que no logro digerir.

Inolvidable cuando en el concierto de Megadeth, Don se paró en el escenario y se recetó un baño de aplausos, al decirle a aquella masa anonadada que si se portaba bien (en términos de taquilla), él le haría el favor de traerle a los Scorpions y a AC-DC. Bastó eso para que esa noche se jurara lealtad absoluta al Don del metal, al primer productor que he visto sale de la usual posición de detrás de bastidores para intentar robarle el show a la banda.

Ahora, que anuncia a los Judas y a David Coverdale, Don vuelve a la palestra, vestido de negro y maquillado a la Kiss... como el roquero más roquero que existió.

Para ser uno de los pocos productores de conciertos que no bautiza a su promotora a partir de su nombre propio, Don Stockwell ha sido el mejor en eso de convertirse en hombre-marca... en una marca con-don.

miércoles, 13 de abril de 2011

Mi regreso a la UCR... por un día


Mis primeros recuerdos de la Universidad de Costa Rica datan de cuando tenía como cinco años. Hijo de dos funcionarios de esa casa de estudios, la U fue mucho más que un campo de juego, pues era prácticamente mi segunda casa.

Ayer volví a pasar un día entero en la U, lo cual no sucedía desde 1999, cuando me dieron un título y se me acabaron las excusas para seguir pastando en la plaza 24 de Abril. No es que desde entonces no hubiera visitado el campus Rodrigo Facio, pero mis regresos han sido rápidos y al grano, usualmente para contarle a estudiantes de comunicación qué es lo que les espera del aula para afuera.

Pero ayer estaba libre y si hay un lugar donde se puede descansar a pata cruzada, esa es la UCR. Empecé viajando en el bus de Heredia a la U, tal y como lo hice muchos años atrás, cuando acompañaba a Mónica a su casa, en lata, para luego devolverme, en lata, hasta Curri. Sí, de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva salí con mucho más que un pedazo de papel con mi nombre.

Gracias al campanazo del siempre enterado de Francisco Correa, ayer me encaminé a la U con la oportunidad de ver La Yuma como excusa. Días atrás -a propósito de la velada boxística en el Estadio Nacional- escribí un post sobre buenos filmes relacionados con el deporte de los puños y Correa me señaló, con toda razón, que La Yuma debía estar en dicha lista. Desde luego que la cinta nicaragüense no es muy común en los videoclubes, por lo que la oportunidad de verla en el auditorio de Ciencias Sociales sonaba demasiado tentadora como para dejarla pasar.

Como todo en la U, la película empezó tarde, lo que sirvió a mi intención de ir a La Canela en procura de almuerzo. Hablar de los cangrejos de esa repostería-panadería es casi un tema sagrado para muchos de mis compañeros de generación. En aquellos años, cuando la plata estaba contada para los pases y tal vez alguna birra en la noche, los productos de La Canela eran un almuerzo llenador o bien una cena cumplidora.

Por eso seguro puse cara de idiota cuando llegué a la misma ventanilla de siempre: la variedad de pancitos me abrumó. Antes no había muchas opciones, pues era el cangrejo o el pan de canela y vámonos. Pero no, ahora La Canela vende de todo: cangrejos arreglados, pancitos rellenos... y hasta con aderezo. Opté por una especie de ¿burrito? relleno de queso, pollo y otros ingredientes que no preciso. Estaba rico pero no para morirse (para la casa compré un cangrejo dulce que, lastimosamente, me pareció un pan más, simplón y harinoso. Por dicha, con el rollo de canela sí tuve mejor suerte... me supo a nostalgia).

La película me encantó y más aún verla en el mismo miniauditorio donde tantas exposiciones hice y presencié. Momento emotivo del dia fue ver que el encargado de audiovisuales de la facultad es Alfonso, el mismitico al que tanto jodimos pidiéndole, en aquel entonces, teles y proyectores. Alfonso es de esos funcionarios apuntados con los alumnos y siempre nos echó la mano en todo lo que le pedimos, aunque no fuera parte de sus obligaciones.

Luego recorrí el pretil, elevándole por un rato el rango etario, y vi que, en el fondo, las cosas no han cambiado tanto desde que me fui de ahí, hace ya 13 años. Los personajes siguen siendo los mismos: ahí están los bombetas de las asociaciones estudiantiles; los "rojos" que pintan mantas antigringas a la vista de todos, siendo la pintada en sí parte de su discurso; los metaleros que se dan el taco de ir a clases con las camisetas más satánicas; las güilas sodas que llevan más sol que horas estudio, y los pargazos que dedican todo su dia en la U a patear un saquito de arena. Y, menos visibles pero mayoría, todos los demás, los que, al igual que en mi caso, íbamos a clases sin tener muy claro cuál era nuestra militancia... en caso de que nos interesara tener alguna.

Mi visita coincidió, sin querer, con el inicio de la Semana U y lo que vi me gustó, pues sobran los puestos de ventas de artesanías, productos orgánicos, ropa ecológica, libros y más. Aquello me recordó un turno, incluso con algodón de azúcar, como vi frente a Arquitectura. Y en el pretil, Educación, Derecho y la 24 había tarimas de conciertos, lo cual es de aplaudir.

Mis semanas U son recuerdos imborrables. Carrozas de pésima factura, todos los compas celebrando en bares hoy ya extintos como Mosaikos, Bésame Mucho, Caccio's (cuando estaba "abajo"), Cocodrilo, La Villa y El Ballenato y chivos con bandas que me marcaron, al estilo de Hormigas en la Pared, Ritos, Garbanzos, Los Rabanes y El Parque. Este cuento creo que lo he contado mil veces pero me vale: haciendo fila con mis amigos de Curri para ir a un concierto en Generales con HELP, un flaquillo se acercó a invitarnos a que lo fuéramos a oír a Bellas Artes, donde tocaba, a la misma hora, su agrupación.

Yo: "Mae, ¿y cómo se llama el grupo?"
Flaquillo: "Se llama Gandhi"
Yo: "Mae, ¿qué es ese nombre?"

El flaquillo se llama Luis Montalbert-Smith y, afortunadamente, tuve oportunidad de ver a su grupo muchas otras veces... pero no esa noche.

Ayer, para terminar mi recorrido por los lugares comunes de mis años universitarios, hice camino a Nueva Década, donde, al igual que 15 años antes, me compré un libro en descuento, cuyas primeras 65 páginas me volé en un corrongo café, justo a la par de la línea del tren.

Sé que la U es mucho más que ese compendio de imágenes bucólicas y estereotipos pero, para quienes la añoramos, es lindo revivir, aunque sea por un día, lo rico que se la pasaba uno ahí. Extraño la U... y se me nota.

lunes, 11 de abril de 2011

Shakira en Costa Rica: culopatía en clave de pop


En su divertido montaje unipersonal Culopatía de Estado, Rubén Pagura interpretaba a una veintena de personajes, incluido un presidente afectado por una rara enfermedad –culopatía– que le hacía tomar decisiones con el trasero cada vez que algún grupo de poder lo pateaba por detrás. No creo que Shakira esté aquejada de dicho mal pero lo cierto es que en su espectáculo son las posaderas las que llevan, por raro que suene, la voz cantante.

Anoche vi por primera vez en vivo a la hija predilecta de Barranquilla. Extrañamente, Shakira es de las pocas estrellas latinas que le anda de lejos a Costa Rica, pues la de este sábado 10 de abril fue apenas su segunda presentación en suelo tico (la primera fue en noviembre de 1996, cuando daba a conocer el Pies descalzos). En mis planes no estaba ir a verla al Estadio Nacional, máxime después del buen rato que le dediqué por mi trabajo al "Goloso" sabanero durante su semana de inauguración. Pero uno pone y Dios dispone y así, sin proponérselo, la familia Fernández Quesada estuvo anoche en la gramilla del Nacional. Para Mónica y para mí fue especialmente emotivo, dado que se trató del primer concierto de Emma, quien iba bien ilusionada y forrada (a los papás nos da el freak con los "chiflones"), sumándose a la enorme cantidad de niños convocados por el llamado de la colombiana (ayer vi tanto chiquito que bien pudo creerse que se trataba del show del Agente Oso o Los Imaginadores).

Al igual que en el resto de actividades organizadas por Jotabequ para echar a andar el Nacional, la movilización de la gente y su ingreso al recinto fue puro orden, sin molotes ni mozotes, lo cual es de aplaudir. Nosotros llegamos pasadas las 7 p. m. y entramos sin problemas, justo para esperar una hora antes de la aparición de la peliteñida artista.

En esos momentos Dr. Leo hacía las de telonero, mezclando éxitos tropicales y pop ante un público bien educado. Leo es de los artistas electrónicos más experimentados del país y hubiera preferido oírlo con sus mezclas originales y no con remixes de Cádillacs y Eurythmics pero bueno, la organización decidió no complicarse mucho con actos abridores, a pesar de que Shakira sí ha actuado con grupos previos por todo el continente (la víspera, en Guatemala, incluso fue parte de un festival, con muchos otros nombres en el cartel).

Leo terminó lo suyo –el rapero Dan Robinson le echó una mano, haciendo más de animador tipo "radio juvenil" que otra cosa– y siguió una espera inexplicable. Yo veía como Emma empezaba a sucumbir al sueño conforme avanzaba el reloj y nada de Shakira... pasaron las 8:30 p. m., las 9 p. m. y ya para cuando al fin salió la colombiana, a las 9:15 p. m., mi hija estaba en brazos de Morfeo (bueno, en los de su papá, en realidad). La verdad se me hizo raro que un concierto con una cuota tan alta de niños entre su audiencia empezara tan tarde.

Y salió Shakira. Hoy la gente se queja y comenta del fallo eléctrico que le puso la zancadilla a la colombiana apenas en la segunda canción pero en realidad no me pareció nada para morirse ni hacer berrinche. Aunque se quedó sin reponer la pieza malograda, Shakira demostró ser muy gente, volvió sonriente, se disculpó por un fallo en el que (presumo) no tuvo culpa y siguió con lo suyo. El público la perdonó rápido y se entregó a un espectáculo monótono, sin mucha pasión pero cumplidor, a sabiendas la artista de que ya tiene la audiencia en la bolsa con solo dar dos toques de cadera. Shakira tiene el guión más que aprendido y lo que vimos aquí estoy seguro que es lo mismo que mostró en Guatemala y Panamá (el fallonazo del audio fue lo único salido del libreto).



Y ahí vuelvo al inicio, a la culopatía: Shakira es 100% caderas y su show se va en eso. La colombiana baila como le da la gana y esas caderas parecen estar poseídas por el mismísimo demonio, pues se mueven satánicamente. Pero ya, eso es todo. Demasiado belly dancing empacha y después de tres piezas de ombligos y nalgas en primer plano, aquello se me hizo tan repetitivo como predecible.

A esto le sumo una banda que se luce poco, con músicos de todo el mundo contratados para tocar canciones en las que no se les va el alma. Y no digo que deban ser sus compositores pero cómo no comparar a los anémicos ejecutantes de Shakira con, por ejemplo, los virtuosos e inyectados músicos que acompañaron a Fito Páez, siempre en La Sabana, en el FIA del año pasado.

En el rato que estuve –porque alzamos anclas antes de que saliera la manada– me quedó claro que Shakira quiere que sepamos que a ella le gusta el rock. Primero incluyó un guiño de Unbelieavable, de EMF, que sonó horrible, tanto por el grito de ella como por el pésimo riff que (intentó) el guitarrista. Sin embargo, lo peor –o al menos más extraño– se dio con la interpretación de Nothing Else Matters, de Metallica, convertida para la ocasión en un tema ¿sensual? con aires de música andina que no solo se me hizo innecesaria, sino de una pésima factura. Y esto no es por ser uno fiebre de Metallica, sino porque los covers valen cuando no estropean la versión original.

El repertorio fue cero sorpresivo, plagado de las canciones instrascendentes producidas por la colombiana después de su crossover y que tanto le gustan hoy a las niñas como La tortura, Loca, La Loba (por mucho la peor pieza de la artista) y la infumable Waka-Waka. Yo agradecí las contaditas cucharadas de la Shakira que se apoderó hace muchos años de América Latina: Si te vas, Ciega sordomuda, Inevitable... esos fueron, para mí, los mejores momentos de la noche.



A pesar de lo tarde que empezó, el concierto terminó relativamente temprano, pues la colombiana no cantó ni dos horas. En 1996, cuando vino por primera vez con su disco debut, la de Barranquilla cantó hora y media "porque para eso me alcanzan las canciones que tengo". Ayer –15 años y seis álbumes después–, Shakira volvió a cantar hora y media... me asusta pensar que solo para eso le alcanzan las canciones que tiene.

Gracias a Vane Loaiza por el link de la nota del 96.
Foto tomada de la página web de la artista.

viernes, 8 de abril de 2011

Pasa en las películas, pasa en los videoclips...


¿Quiere que todo el mundo comente su video musical? Nada más sencillo que llamar a una estrella de cine para que sirva de protagonista.

Como video junkie que soy (¿era?), me resultaba muy rico encontrarme rostros conocidos de la pantalla grande que también se dejaban ver dentro de videoclips, ya fuera por plata o por amistad y cercanía con el artista detrás de la pieza.

He aquí algunos de los más memorables –para mí–, sin ningún orden en particular:

Keanu Reeves + Anthrax

A Neo muchos lo recordarán como el interés amoroso de Paula Abdul en el videoclip de la balada Rush, rush, que vale decir era casi una película. Sin embargo, para mí su aparición más valiosa en un video musical se dio en Safe Home, por mucho el mejor tema de la etapa John Bush de Anthrax. No es ningún videazo pero sirvió para darme cuenta que Keanu Reeves matiza Anthrax, lo que viene a ser otro punto a favor para un actor que, de por sí, ha tenido una de las carreras más interesantes de nuestra generación (Bill & Ted; Punto de quiebra, Speed, Matrix, Constantine...).




Johnny Depp + Tom Petty

Durante los 90, Tom Petty vivió un segundo aire en su ya prolongada trayectoria, mucho gracias a sus excelentes videos, en los que la aparición de amigos famosos fue frecuente. De todos los audiovisuales que lanzó en esa época, sin duda el de mayor impacto fue el de Into the Great Wide Open, estelarizado por el actor más "caliente" de los últimos 20 años, el mismísimo Johnny Depp. Para ser justos, también hay que señalar a Faye Dunaway como coprotagonista del clip, pero el peso recae en Depp, quien interpreta a un joven pueblerino que vivo un meteórico paso por el oficio de rockstar, en Los Ángeles. El video incluye cameos de otros rostros conocidos, como Matt LeBlanc (sí, Joey) y la machilla de Wilson Phillips.



Shannen Doherty + Slaughter

Shannen Doherty se encargó solita de dinamitar su carrera, a pesar de ser una de las divas juveniles de la televisión gringa de los 90. Sin embargo, cuando la banda Slaughter la reclutó para protagonizar el video de la balada Real Love, Shannen estaba en su pináculo, como la insoportable Brenda de 902010... qué tiempos aquellos. Recuerdo que MTV lo estrenó por todo lo alto y la aparición de Doherty tuvo un impacto mucho mayor que la pieza en sí.





Danny Aiello + Madonna

Madonna es muy dada a incluir caras conocidas en sus videoclips. De todas ellas, la que tuvo una aparición más acertada –natural, nada forzada y en función de la canción– fue el veterano actor Danny Aiello, quien interpreta al preocupado padre de una juvenil y embarazada Madonna en Papa Don't Preach.
Aiello es un actor con una larga tradición en filmes de mafiosos y de tramas neoyorquinas. Quizás lo recuerden como Sal, el dueño de la pizzería en Do the Right Thing, la cinta que le sirvió de carta de presentación a Spike Lee.




Wesley Snipes + Michael Jackson

Michael Jordan, Joe Pesci, los güilas de Kris Kross, Heavy D, el chamaco de Mi pobre angelito, Slash y los maes de relleno de Guns N' Roses, Naomi Campbell, Eddie Murphy, Magic Johnson, Marlon Brando, Chris Tucker... todos ya eran famosos cuando Michael Jackson los llamó para acompañarlo en alguno de sus extravagantes-geniales videos.
Por eso rescato la presencia de Snipes en el audiovisual de Bad, interpretando a un pandillero matón que encara al personaje de Michael por no ser suficientemente "malo". El mismo que llegó a ser Blade y el Pasajero 57 empezó empujando a un debilucho Michael Jackson. ¡Qué tal?



Bonus track: Todo Hollywood + Michael Jackson

He aquí un video hecho de cameos, o más bien una fanfarronada de Michael, quien echó mano a su libreta de teléfonos (hoy Facebook) para convocar a todas las celebridades que se ufanaban de su amistad a mediados de los 80. Ver el video de Liberian Girl es un ejercicio de nostalgia, pues si bien aparecen algunos rostros aún vigentes (John Travolta, Steven Spielberg, Blair Underwood, Weird Al Yankovic, Dan Aykroyd), la mayoría son glorias ochenteras ya caducadas, como Debbie Gibson, Don King, Olivia Newton John, Billy Dee Williams, Carl Weathers, Malcolm-Jamal Warner, Brigitte Nielsen, el mono Bubbles, Lou Ferrigno, Lou Diamond Phillips, David Copperfield, Whoopi Goldberg y la Virgen María... bueno, Olivia Hussey.




Danny Glover + Sting/Eric Clapton

Cuando Sting y Eric Claton se unen para hacer la canción de una película, se sabe de antemano que estamos ante una cinta épica. Y sí, Arma Mortal 3 resultó un peliculón del cual muchas escenas forman parte del video del tema musical en cuestión. ¿Entonces, y el cameo? Es breve pero sabroso, pues uno de los protagonistas del filme policiaco, Danny Glover, se dejó caer por el estudio donde los caballeros ingleses hacían su música, algo que también quedó registrado en el audiovisual.




Tora Birch/Bill Paxton + Limp Bizkit

En el 2003, cuando Limp Bizkit dejó de ser un grupo cool y la gente se hartó de las estupicedes de Fred Durst, la banda sacó, irónicamente, uno de sus temas que más me gustan. Primer sencillo del olvidable y olvidado álbum que se grabó sin el guitarrista Wes Borland, Eat You Alive venía acompañado de un video con una historia algo jalada del pelo, en la que Durst y su séquito interpretaba la pieza frente a una cautiva pero no muy molesta Tora Birch (la chamaca de American Beauty), mientras, paralelamente, Bill Paxton encarna a su angustiado padre, quien encabeza al grupo de caza que anda detrás de la banda.




Jennifer Jason Leigh + Faith No More

Video que mucha gente no vio de mi agrupación predilecta de todos los tiempos (no, no es Pandora). Especie de homenaje-parodia de Vértigo, de Alfred Hitchcock, es estelarizada por el cantante de FNM, el increíble Mike Patton, y por Leigh, una actriz con una carrera bastante particular, que se las ha ingeniado para hacer en Hollywood solo los papeles que le da la gana, a su manera, usualmente en filmes de bajo presupuesto que, sin embargo, en muchas ocasiones terminan como éxito de taquilla.



Danny De Vito + Peeping Tom


Peeping Tom es la versión de Mike Patton de cómo debería sonar la música pop. En el video de su tema Mojo, al inicio un hombre obeso al que no se le ve la cara golpea el televisor antes de plantarse frente a la pantalla chica para ver todo tipo de telebasura, revelándose al final de clip que el televidente no es otro que el grandioso Danny De Vito. Asumo que la amistad entre Patton y De Vito es fuerte, pues justamente cuando vi a Peeping Tom en vivo, en la edición 2007 del festival de Coachella, quien los presentó fue precisamente el pequeño actor.




Christopher Walken + Fatboy Slim

Jinete sin cabeza, prisionero de guerra con un reloj metido en el ano, villano Bond... y excelente bailarín. Christopher Walken se hizo aún más grande en este video para el gran éxito de Fatboy Slim. Considerado uno de los mejores videoclips de la historia, es una de las tantas joyas que le debemos al genio de Spike Jonze.




Rupert Everett + Madonna

Everett y Madonna compartieron estelares en el filme The Next Best Thing, siendo él quien convenció a la diva de que grabara para el soundtrack del filme su hoy popular versión del inmortal clásico de Don McLean. Así las cosas, se entiende que el actor no solo participara del respectivo videoclip, sino que incluso colaborara en los coros.




Arnold Schwarzenegger + Guns N' Roses


Sin duda el cameo de un actor en un video musical con mayor impacto en mi generación. Terminator 2 fue la película más exitosa de 1991 y esta pieza era lo primero que Guns sacaba después del Lies, por lo que la unión de fuerzas resultó titánica. Schwarzenegger luce atemorizante en su papel del T-800 en medio concierto de Guns, dado que su misión es "exterminar" a la banda. Al final, el mensaje de "Waste of Ammo" para Axl Rose resultó la cereza en el pastel.



Chevy Chase + Paul Simon
El cameo por excelencia. Siendo Paul Simon el tipo visualmente aburrido que es, la inclusión de Chevy Chase le dio a este clip una gracia innegable. Chase –uno de los grandes cómicos de los 80– le roba el show a Simon, quien se limita a aguantarse los despliegues de su amigo. El contraste de estaturas, más la cara de Droopy de Paul Simon redondean a uno de los videos más amenos de los 80.




martes, 5 de abril de 2011

Nueve años sin Layne Staley (y 17 sin Kurt)


El 5 de abril del 2002, Layne Staley murió solo, pesando apenas 50 kilos y con una jeringa pegada al brazo. Su cuerpo no sería descubierto sino casi dos semanas después... nadie lo echó de menos esos días.

Cierto que Kurt Cobain fue el más notable de los atormentados genios de Seattle, pero Staley no se le quedó atrás en sufrimiento. A los dos se los llevó la heroína: uno se voló la cabeza en el pináculo de su fama mientras que el otro se arrancó la vida de a poquitos, metiéndose en las venas todo lo que le pusieran por delante.

Layne y Kurt me hacen falta. En el cole, cuando el primer casete de Alice in Chains llegó a mis manos, aquello me cambió la vida. Era épocas en las que admito mi falta de identificación con casi cualquier corriente ideológica, musical o de moda, algo que cambió por completo cuando individuos como Layne y Kurt se apoderaron de mí y toda una generación y, muy a su pesar, se convirtieron en nuestros referentes, en nuestros ídolos... lejos estábamos de saber que nuestros aplausos los mataban por dentro.

Layne murió en la misma fecha en que, se presume, Kurt se suicidó, ocho años antes. La última persona que lo vio con vida fue el exbajista de Alice, Mike Starr, otro junkie de los bravos que siempre se arrepintió de no haber llamado al 911 para alertar a alguien del deplorable estado de salud de uno de los máximos referentes de la generación grunge.

Layne murió solo, con una jeringa pegada al brazo y por casi dos semanas se pudrió en su casa. Nadie pareció extrañarlo, no solo sus amigos, sino todos los que usamos sus camisetas y compramos sus discos. Nuestro ídolo llevaba dos semanas muerto y nadie lo notó.

Mike Starr nunca pudo librarse de la culpa por dejar morir a Staley. Mike Starr murió el 8 de marzo pasado, con las drogas como posible causa. Donde quiera que estén, Layne, Kurt, Mike y Andrew Wood están hoy juntos... no dudo que la deben estar pasando bien.

lunes, 4 de abril de 2011

Estadio Nacional: apuntes finales


Hoy el nuevo Estadio Nacional vive, por así decirlo, el primer día del resto de su vida. En sus entrañas la cantidad de personal es minima, mientras que en sus alrededores ya no son visibles los policías, revendedores y curiosos que lo orbitaron a lo largo de la semana pasada.

Inaugurado y por todo lo alto. El Estadio Nacional ya entró en funciones y pasó la prueba con nota sobresaliente.

Cierto que aún está pendiente que Shakira mueva sus 48 kilos de caderas dentro del recinto de La Sabana, en un concierto que marcará oficialmente el cierre de las actividades de apertura del inmueble. Sin embargo, la pausa de una semana baja, para mis efectos, el telón de la extravaganza que se montó para que el Nacional se encontrara, por primera vez, con los ticos y se despidiera, simbólicamente, de los chinos.

Y hay que decirlo: qué dicha que ya superamos el tema del estadio. Si bien venimos hablando de él desde hace años, las últimas dos semanas fueron secuestradas por completo por el inmueble de La Sabana, a cuya apertura le dedicamos toda la atención posible. Lo sucedido del 26 de marzo al 3 de abril en el costado oeste del parque metropolitano ha sido la noticia del año, en lo que va del 2011, y por unos días nos permitió olvidarnos de Rodrigo Arias (y así, viendo para el ciprés, nos recetaron un garrotazo en combustibles... típico).

El Icoder –administrador del estadio– le cedió todo el protagonismo a Jotabequ, agencia de publicidad que se aventuró a organizar la fanfarria más esperada en la historia moderna del país. Y el balance final a favor de las tres letras queda en saldo positivo.

Lo primero es reconocer que la agencia se supo rodear de gente experta en los distintos aspectos de logística que involucra una misión de semejantes proporciones. En mi caso, en mi condición de periodista web, no tengo quejas del trato recibido y entiendo lo complejo que fue lidiar con un batido de intereses privados (patrocinadores, provedores, contratistas) con intereses públicos (entes estatales, políticos figurines, etc.).
Más que acertado el incorporar a gente como Gustavo Pacheco –coordinador de producción con colmillo bien ganado en La Guácima–, Diego Gato Jiménez y Alfredo Montealegre –tienen años de producir el montaje de eventos masivos, Festival Imperial incluido– y Juan Carlos Peña, hombre de prensa que sabe lidiar con la jauría mediática, atendiendo con el mismo espíritu positivo a los medios más grandes que a los espacios más alternativos.

¿Hubo fallos? La venta de las entradas podría señalarse como el principal, aunque creo que más debido a la inusual demanda que a deficiencias del sistema, seguida de ls polémicas por la no aceptación de Malpaís y el publicitado rechazo al pedido de El Guato por ser tomado en cuenta. Por lo demás, la logística de esos días en La Sabana funcionó con una efectividad inédita para eventos masivos en el país. El transporte público trabajó a la perfección, tanto los buses como el revitalizado tren. No se dieron las presas que muchos –me incluyo– esperábamos alrededor de La Sabana y entrar y salir del Nacional fue tarea sencilla para las miles de almas de poblaron sus graderías noche tras noche.

Adentro, todos nos sentimos bienvenidos: el lugar hace que uno se acomode a sus anchas... y eso que empezó a funcionar a media máquina, pues aún tiene muchos espacios sin utilizar. Tan solo el hecho de poder levantarse a orinar con la tranquilidad de que nadie le quitará a uno el campo ya es un avance de corte primermundista.

Del programa de actividades poco hay para criticar. La noche inaugural fue majestuosa, irreal, tan buena que costó creer que fuera en Costa Rica (sí, la fe en nosotros no es nuestra virtud). De hecho, los actos menos lucidos no estuvieron en manos de Jotabequ, sino de la Fedefutbol, ente que aún con un gran estadio siguió cometiendo polladas propias de canchas abiertas.

El partido contra China fue aburridón y de mero trámite, algo si se quiere "bueno" en comparación a la tragicomedia en que se tornó el choque con Argentina. Mucho se ha dicho sobre el paso casi invisible de Messi y los suyos por estos lares, quedando siempre claro que la vacilada ocurrió por los malos oficios de la Federación de bola local.

En cambio, impecable resultó la ejecución de las otras actividades del programa, tanto las tres veladas para la música costarricense como los combates de boxeo que culminaron con Hanna Gabriel convertida en "una de las dos reinas de Costa Rica" (la otra no me quedó claro si es Nancy Dobles, Elena Umaña o Gloria Valerín).

Para mis efectos, la actividad que más me llegó fue el festival de música costarricense, maratónica extenuante que puso a 27 bandas y solistas en un escenario de verdad, frente a un público inyectado y apuntado. Ese sábado, aquellos que se consideraban hace poco "nuevos valores" se apropiaron por completo del liderazgo, con nombres como PatiñoQuintana, 424, Sonámbulo, Ojo de Buey, Akasha, Escats, Govinda, Cocofunka y Percance en calidad de los nuevos preferidos, los del arrastre, los de mayor vigencia.

Están otros casos, como Parque en el Espacio –grupo preferido y bendito del ámbito indie que, por lo visto ese día, no la pega tanto con la masa–, agrupaciones experimentadas que lograron ser incluias sin que sepa entender por qué, pues se dejaron enfriar hace rato –como Deznuke y Le*Pop– y bandas veteranas que sí han sabido renovar su repertorio, sin depender exclusivamente de éxitos de 20 años atrás, al estilo de El Parque, Garbanzos, Editus (ojo, en modalidad 360) y, especialmente, Gandhi, grupo que sigue buscando quién lo destrone cuando de ser la mejor banda del país se trata.



A pesar de lo externado por otros colegas cuyos criterio respeto bastante, yo no tengo mayores quejas del cartel armado para representar a la música costarricense en el Nacional. Claro que no todos los grupos seleccionados son mis predilectos y que faltaron algunos que considero vitales –Bufonic, Seka, Ale Fdz, Keep the Gap, por mencionar unos poquitos– pero el concierto no era para los más entendidos o fiebres, sino buscando un balance que le quedara bien a la mayoría... y así fue.

Análisis aparte merecen los grandes veteranos, cuya presencia los más rocos agradecemos pero que, definitavamente, ya bajaron en el orden de prioridades de la fanaticada local juvenil. Por eso no sé si estuvo bien o mal que Pato Barraza no tocara Frágil; o que la gente solo se emocionara con Mechas si le daba a algo de Kadeho o con Villegas si recuerda a Suite Doble o a 50 al Norte. Donde creo que sí hubo un golazo olímpico fue con la presentación de Amalgama, que por más Marta Fonseca en la voz es un grupo sin ninguna presencia entre jóvenes de 20 años.

Y así terminó para mí la apertura del Nacional: el concierto boricua, que entiendo fue otro llenazo, me sonó a algo que ya he oído, gratis, en Liberia y Palmares, mientras que la presentación de Shakira está fuera de mi ámbito de interés (aunque no dudo que será un recital digno de ver, por todos los motivos).

En el apartado político, el Nacional fue un puro beneficio para la presidenta Chinchilla. Laura no solo se hizo con el reflector que Oscar Arias tanto quiso para él, sino que aprovechó para hacer las (aparentes) paces con el vecino de Rohrmoser; llevar chiquitos pobres a los espectáculos y robarle un 5% de atención a Hanna Gabriel, quien debió pelear con la inusual presión de tener a la mandataria haciéndole porras sobre el ring, cinco minutos antes del primer round. Y si bien Laura entró y salió siempre ovacionada del estadio, yo le resentí en el alma que no determinara a Melisenda Pérez, a quien ignoró olímpicamente en las dos ocasiones que subió al cuadrilátero (ignoro si tuvo algún gesto con la estadounidense fuera de cámaras).

Además, muy oportuno le quedó a Carlos Ricardo Benavides el recargo de Deportes: la desesperante exministra titular brilló por su ausencia y Carlos Ricardo estuvo ahí, a la derecha del padre y la madre la noche inaugural, salió en la foto, sonrió, lució sus encantos y hoy nos lo presentan como nuevo titular de la Presidencia. Si ustedes creen en las coincidencias, felicidades.

¿Qué sigue ahora? Recuperemos nuestras vidas, por favor, que no solo de Estadio Nacional vive el hombre. Olvidémonos de Messi, de Shakira y de las bondades chinas, pues ellos son pasajeros... y la vía a Caldera ahí sigue, preciosa.

viernes, 1 de abril de 2011

Let's get ready to rumble: 10 cintas de box que golpean

Hoy Costa Rica amanece con forma de cuadrilátero. Anoche, de nuevo, nuestra diva del ring, Hanna Gabriel, nos dio de comer boxeo, defendiendo con éxito su cinturón de campeona mundial con el Estadio Nacional y un llenazo en las graderías como marco de fondo.

Aún así, el boxeo lo disfruto más en la ficción que en la vida real. En las películas no me importa que a un tipo le partan la cara, le destruyan el alma a golpes, mientras que en la vida real no puedo dejar de pensar en el perdedor, quien no solo debe cargar con la humillación de una derrota pública, sino también con párpados esponjados y labios reventados. ¿Soy el único que anoche pensó más en la procesión interna de Melisenda Pérez que en la bien ganada euforia de Hanna Gabriel?

Por eso, por sentimental, me quedo con las películas. Las cintas de boxeo siempre son épicas, se deciden en el último asalto y glorifican a personajes miserables, cuyas luchas con el día a día son mucho más brutales que los pleitos en el ring.

He aquí mi conteo, sin ningún orden en particular, de 10 películas sobre boxeo (hechas en los últimos 35 años, por aquello) en las que el intercambio de golpes lo disfruta hasta un pacifista como Gandhi.

1. Raging Bull (1980)

Un retrato brutal del brutal mundo del boxeo. Basada en la autobiografía del boxeador Jake LaMotta, Robert De Niro da la interpretación de su vida (lo cual es mucho decir) en un filme que le debió valer de inmediato a Martin Scorsese el Oscar al mejor director... aunque no fue así.
En la historia de LaMotta no hay nada glorioso: estamos ante un tipo pendenciero, violento y explosivo que, a pesar de sus éxitos en el cuadrilátero, no pasa de ser un alma atormentada y en una constante búsqueda de la autodestrucción.
Según muchos entendidos estamos ante uno de los 10 mejores filmes de todos los tiempos... ¿y quién soy yo para contradecirlos?



2. Rocky (1976)

Pa-na-naaaaá-pa-na-naaaaaaá... ¿Es necesario mayor presentación?
Rocky es la definición por excelencia del boxeo. Rocky Balboa es la definición por excelencia del espíritu humano: un peleador de barrio, de poca monta, con mínima educación y un corazón de oro que, sin proponérselo, consigue la oportunidad de su vida, al ser escogido para enfrentarse al campeón de los pesos pesados.
¿Cómo no enamorarse de un personaje como Rocky? Sylvester Stallone será siempre un grande -digan lo que digan- por darle alma, rostro y voz (¡esa voz!) a Balboa.
Desde la música de Bill Conti hasta escenas claves como el ascenso por las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, todas son hoy parte del imaginario colectivo, del repertorio de la cultura pop.



3. Rocky IV (1985)

Cierto que la II y la III son mejores, pero para quienes vivimos de niños los últimos años de la Guerra Fría desde una perspectiva mediática, Rocky IV fue le pináculo de la rivalidad entre las súper potencias. A punta de estereotipos, el filme retrata la visión gringa y soviética de cómo debían ser las cosas: los primeros rimbombantes, mercantilistas y efectistas; los segundos fríos, ejecutivos y aplastantes.
El filme golpea desde el inicio, matando a Apollo Creed al ritmo de James Brown en una movida inesperada por los espectadores, y presentándonos a Iván Drago, un mastodonte ruso saturado de esteroides que pega con la fuerza de una vagoneta. Rocky es bueno, Drago es malo y así se desarrolla la historia, con un final salido de la agenda de Reagan, en la que el oprimido pueblo soviético ovaciona al campeón de la libertad.
Sí, es cine enagenado... pero que se disfruta, se disfruta.




4. Gladiator (1992)

La más mala de las películas aquí mencionadas pero igual me gustó mucho cuando salió. Cuenta la historia de dos jóvenes metidos en el mundillo del boxeo underground, en el que se mueve plata a montones y donde los peleadores son poco menos que animales de combate. Cuba Gooding Jr. acababa de hacer Boyz n the Hood cuando apareció en esta cinta, lo que le elevó su perfil. El soundtrack, vale decir, es una hoy risible muestra de la música de inicios de los 90, con nombres como Warrant y Gerardo.



5. Million Dollar Baby (2004)

Clint Eastwood puede hacer un filme sobre contadores de chistes ticos y aún así sería una obra maestra. Hay que ver cómo el maestro tomó el mundo del boxeo y lo transformó en un relato de amistad, cariño, vida y muerte.
Un entrenador cascarrabias y sin grandes éxitos toma a una chica 100% white trash y la transforma en una máquina de pelea, ante la mirada y narrativa de su viejo amigo, un boxeador que nunca llegó a ser lo que se suponía. Eastwood, Hillary Swank y Morgan Freeman actuan impecables y nos muestran ese vínculo tan parental que se da entre muchos manejadores y sus pupilos, especialmente cuando nadie más da un cinco por los muchachos.
Para mí, la escena en la que el personaje de Freeman le da una paliza al fanfarrón del gimnasio es una delicia absoluta.



6. The Fighter (2010)

Del año pasado, sirvió de vehículo para que Christian Bale se ganara, al fin, el Oscar que se merecía desde hace rato. Los deportistas tienen familia y, en muchos casos, deben lidiar con las frustraciones propias de sus padres, tíos y hermanos, quienes ven en aquel pariente la oportunidad de conseguir la trascendencia de la que carecen sus irrelevantes vidas.
Basada en la historia real de los hermanastros Micky Ward y Dicky Eklund, The Fighter es una joya moderna, una cinta que todo el que se precie de querer a su familia debería ver. Escena recomendada: el intercambio verbal entre Dicky (Bale) y su cuñada (Amy Adams), cuando este llega a buscarla a su casa: nunca escuché una andanada de insultos dicha con tanta gracia.



7. The Hurricane (1999)

Cuando Bob Dylan saca el rato para escribir una canción sobre alguien, queda claro que ahí hay una historia para el cine. Tal es el caso de la vida de Rubin Huracán Carter, campeón en el ring que cae víctima del racismo, una trama policial demasiado sucia y una arrogancia propia de quien se creen invencible.
La mayor parte de la película transcurre fuera del ring pero eso es lo de menos, pues Rubin nunca pierde la temple boxística, aunque esté encerrado en un frío rectángulo de concreto.
Denzell Washington impacta con su interpretación del campeón, dándole al espectador un KO técnico desde mucho antes de que se prendan las luces.




8. The Boxer (1997)

Título que, desdichadamente, pasó bastante inadvertido cuando se estrenó, a pesar de la espectacular actuación de Daniel Day-Lewis, quien interpreta a un boxeador recién salido de la cárcel, donde fue a parar por sus actos como parte del Ejército Republicano Irlandés.
El drama de Irlanda y las fuerzas dentro del IRA se mezclan magistralmente con el boxeo como único medio para que los jóvenes de una comunidad pobre no se dejen seducir por la violencia que domina a sus padres.





9. Cinderella Man (2005)

Nada más peligroso en el ring que un hombre hambriento, dispuesto a lo que sea para alimentar a su familia. La historia real del campeón James J. Braddock deparó en uno de los mejores trabajos de Ron Howard, director que está lejos de estar entre mis predilectos.
Braddock es un boxeador hundido, al igual que millones de estadounidenses, en la miseria de la Gran Depresión y quien ve en un accidental regreso al ring la oportunidad de salvarlo todo. Creo que es la película que mejor refleja los temores de la familia ante un oficio tan riesgoso y salvaje, en este caso por medio de Renée Zellweger, quien se hace grande como la angustiada esposa del pugilista.



10. Alí (2001)

Cómo fue que Will Smith llegó a ser uno de los grandes actores de la última década es un legítimo misterio por resolver. El asunto es que el Príncipe del Rap se convirtió en un toro y como tal interpretó no solo al boxeador más grande de todos los tiempos, sino a una de las figuras más reconocidas del mundo deportivo.
Michael Mann (todos de pie) nos muestra la vida de Muhammad Ali en su etapa más mediática, cuando su militancia política era tan fuerte como los golpes con los que desarmaba a sus adversarios.