martes, 14 de mayo de 2013

¿Debe Cartago quedar campeón? ¡Claro que sí, maldita sea!



La posibilidad de que el Club Sport Cartaginés saliera campeón del futbol nacional ha sido por décadas una utopía, un mal chiste, una broma cruel que pertenece al mismo cajón reservado a lo imposible, igual que el arreglo de la platina,  la presidencia de Ottón Solís o la venida de Madonna.

Y es por eso que ahora, con la oportunidad real de que el equipo papero sea el rey de la temporada 2013, los chistes pierden vigencia y la incertidumbre nos carcome... ¿qué pasa si Cartago en serio la pega esta vez?

Esto lo escribo sin ser ni de cerca cartaginés y sin perder de vista mi afinidad ya histórica con su rival de turno, el también entrañable Team florense. Mi cédula debe decir en alguna parte que soy saprissista, aunque de un morado venido a menos, que ya poco interés siente por un equipo al que se le escurrió el alma hace años. Ahora que lo pienso, para mis efectos los tiempos del Saprissa se fueron detrás de Hernán Medford, hace cerca de una década.

Hoy soy un mal saprissista: no me sé el nombre de la mayoría de los jugadores, rara vez le veo alguno de sus partidos y me niego sobre todas las cosas a considerar a un sobrevalorado Gabriel Badilla como el máximo referente del equipo. Ya estoy en un punto en que me da risa cuando un cuadro chiquitillo, como Limón o el Uruguay, le gana a la S y si ejerzo mi saprissismo es solo en los Clásicos, especialmente porque me regocijo con la sangre manuda en ebullición.

Con más de una década de vivir en Heredia, apuntarme en las huestes de por media calle ha sido divertido, especialmente porque era mucho más interesante vivir ese eterno "casi, casi" que por tanto tiempo alejó al Team y su fanaticada del cetro. Y lo digo en serio: si la final fuera entre Heredia y cualquier otro equipo (incluso Saprissa), de fijo le estaría haciendo porras a los chiquillos de Patey.

Pero no contra Cartago.

En la final de 1992-1993, la última de Cartago y coincidentemente contra Heredia, le fui a los azules, aunque por razones cero emotivas. En aquel entonces Carlos Vivó  Jr. jugaba con Cartago y dado que el mae era el vecino más popular en mi calle, en Hacienda Vieja de Curridabat, había que apoyarlo. Si mal no recuerdo en ese equipo también destacaban nombres como Luis Neco Fernández y Dagger Villalobos, quien el día en que clasificaron a la final, desbordado por la alegría, le plantó un besó en la mejilla, en vivo, a la periodista Adriana Durán, mientras esta lo entrevistaba para el Canal 2. Recuerdo épico.

Hoy me acuerdo de ellos, al igual que de Maximiliam Peinado, Róger Policía Gómez, Héctor Marchena, Claudio Ciccia, Alexánder Machón Madrigal, Marco Tulio Hidalgo, Miguel Calvo, Richard Mahoney, Frander Segura, Heriberto Chimi Quirós y otros tantos cartagos que la pulsearon sin poder romper la maldición de su equipo. Mi emoción ante lo que se viene estos días debe ser nada en comparación a la de ellos.

Los nacidos en el último cuarto del siglo pasado hemos sido muy dichosos en nuestra calidad de testigos de hechos históricos. Entre mi baúl de recuerdos van memorias del paso del cometa Halley, del eclipse total de sol, de la caída del Muro de Berlín, del inicio de la vida 2.0, de la elección de un negro como presidente de Estados Unidos y de una mujer como mandataria de mi país. Y sí, sé que ya viví mucho pero por qué no agregarle otra marca para los libros de historia, ser testigos en tiempo presente de algo por lo que muchos han esperado toda una vida.

Pienso en personas que he conocido y que murieron sin ver a Cartago campeón. Cierto que a muchos les debe parecer una insignificancia (y lo es), pero como hito en la historia vale la pena verlo de cerca... que bien puede ser que pasen otros 70 años para que se repita.


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