lunes, 5 de noviembre de 2012

Lady Gaga en Costa Rica: apuntes monstruosos

Foto: Laura de León

A Lady Gaga había que ir a verla. Ya fuera por fiebre, por cultura general, por una expectativa de epifanía o bien porque a entrada regalada no se le ve el diente. El tema era que había que estar ahí.

Yo me cuento entre el grupo de los que entraron de chiripa, beneficiados por las miles de entradas obsequio/rifa que salieron a la calle cuando la cuenta regresiva estaba en las últimas. Sabía que el espectáculo sería monumental y era una sana intriga en aspectos no musicales la que me decía que tenía que ir. Y es que ni de cerca me considero entre los monstruos chineados de la artista y mi dominio de su repertorio se limita a los éxitos inevitables, aunque no por eso niego que Poker Face debe ser una de las mejores canciones pop de todos los tiempos.

Dicho todo lo anterior, procedo con algunos apuntes que intentaré sean rápidos sobre lo ocurrido el sábado en la noche, de parte de un no-seguidor de Lady Gaga.

  • Los fanáticos de LG pueden rajar y sentirse verdaderamente privilegiados, pues ella es la primera de las megaestrellas de la música que nos han visitado en venir justo en el pináculo de su carrera, y mostrando el mismo espectáculo que bien pondría un día después en Nueva York o Los Ángeles. LG no vino después de 20 años y dos discos de éxitos. Es como que para efectos de los conciertos épicos que aquí más he disfrutado, Metallica hubiese venido justo después de lanzar el ...And Justice for All; Pearl Jam con el Vs; Smashing Pumpkins con el Siamese Dream; Iron Maiden con el Powerslave, o Red Hot Chili Peppers con el Bloodsugarsexmagik (y ni qué decir de veteranísimos como Elton John o Bob Dylan). Quizá solo Maroon 5 se le acercó antes en vigencia y pegue dentro de un público actual, no clásico.

  • El del sábado fue el concierto con el mejor sonido que se ha producido en suelo nacional: no admite discusión. Yo me lo tiré bastante alejado de la tarima (extremo sur de la gradería oeste) y escuché impecable, nítido, sin excesos. El sonidista de esa mae está solo.

  • Lady Gaga es buena cantante, eso está claro. Sin embargo, su arte entra más por los ojos que por los oídos. Entiendo a la perfección que sus seguidores quedaran trastornados pues su montaje es un puro exceso, un claro y calculado ejercicio interdisciplinario para saturar los sentidos. Desde la escenografía gigantesca, los movimientos mecánicos, los interminables cambios de vestuario, las proyecciones: me sentí mucho más cercano a la experiencia de un show del Cirque Du Soleil que de un concierto "normal". Como bien lo comentó el guitarrista Carlos Domínguez en una discusión al respecto en Facebook, las canciones están en función del espectáculo y no a la inversa.

  • Lady Gaga sabe su oficio y, mejor aún, se echa en la bolsa a la masa rapidito. Su interacción con la audiencia es enorme, le da pelota a sus fans, llora con ellos, dice vivir lo mismo que todos, se disculpa por el excesivo precio de sus entradas (trabajando con los entucadores de Livenation no le queda de otra), junta peluches, dice estar demasiado conmovida ante aquella desbordante muestra de cariño. A mí después de media hora aquella insistidera en su humildad me terminó por cansar pero igual sé que fui de los pocos que no se tragó aquel mensaje, pues era evidente que la gran mayoría de los presentes le creyó cada palabra. Su credibilidad es un activo enorme en su repertorio.

  • A LG le creo que su mensaje de tolerancia es sincero y aplaudo el que su música, actitud y palabras le den ánimos y alegrías a aquellas personas que sufren la estupidez de una sociedad que se resiste a la igualdad. Abanderada y madrina de la comunidad GLBT, la cantante se esmera en brindar afecto y exposición, derivando en una de las manifestaciones más masivas, abiertas, atrevidas y valientes de orgullo gay que este país tenga memoria. El sábado en la noche La Sabana fue tierra de tolerancia, sin gritos ni insultos para hombres felices del sonido de sus tacones en el asfalto. A nadie se le trató de playo o carraco; a nadie le extrañó ver mujeres besándose, y enfundarse en pelucas fucsia fue la norma, no la excepción. Esos invisibles que Justo Orozco dice no ver (pecadito) brillaron a más no poder, dejando claro que sí existen y que su expresión debe respetarse.

  • Me pareció irónico que un montaje tan pulido tuviera una realización audiovisual tan pobre. A esto súmemosle unas pantallas casi de restaurante chino, diminutas en comparación a lo que estaban mostrando. Los que estábamos de la mitad de la cancha para atrás no pudimos apreciar mayor cosa del show, y extrañamos al menos un primer plano de la cantante. En el caso de los ocupantes de la gradería sur, imagino que debieron conformarse con escuchar, porque a 200 metros de distancia no se apreciaba nada. Lástima un sonido tan bueno para una imagen tan escuálida.

  • Qué diablos se necesita para que en el Estadio Nacional vendan comida decente. Ojo, no digo suculenta sino al menos decente. Obligados por la tripa acudimos a los puestos de comida, donde lo único que había era mango verde con limón y sal (¿?), perros calientes, un pollo Campero frío y una pizza tan fea que debería avergonzar a Pizza Hut por atreverse a venderla bajo su marca. Y lo mejor es que a uno no le queda otra que pagar un capricho por comida espantosa... o palmarla.

  • De los teloneros: A Melissa O me la perdí; a la Lady Starlight desearía habérmela perdido (qué performance más triste, se me parecía a Camilo Sesto en español), y a The Darkness me gustaría volver a verlos (¡One Way Ticket to Hell es LA pieza!).

  • Levanten la mano los que no pagaron por ver a Lady Gaga :)

Así lo vimos... a la distancia