miércoles, 28 de marzo de 2012

Festival Imperial 2012: epílogo


Lo vi crecer... y él a mí.

Mi gran verdad: soy periodista de espectáculos de formación, con un descarado interés en la fuente musical. Mi inspiración inicial vino de las revistas gringas y sus cronistas, todos curtidos de tanto festival al que se han visto expuestos. Y siempre los envidié por eso... por sus festivales.

El tener la oportunidad de sentir eso mismo en mi país, como periodista y fiebre de la música, ha sido gracias al Festival Imperial. Hasta que los cerveceros se metieron en este proyecto, lo que teníamos aquí eran conciertos –grandes y pequeños, épicos y olvidables– pero conciertos, nunca festivales.

En el 2006 y el 2008, el Imperial coqueteó con el concepto pero por distintas razones no terminó de pegarla. Había buenas intenciones pero el tamal se le desarmaba a la hora de servirlo: los ingredientes estaban bien pero la receta se quedaba corta.

Esta semana estamos de resaca, de goma musical y vivencial. La edición del 2012 fue la definitiva y, a mi criterio, la verdadera, la primera de muchas más que, ojalá, se muevan en esta misma línea.

No creo ser un mal periodista por retratar al recién pasado Festival Imperial en términos superlativos. Tanto los que sí le teníamos fe como aquellos que en las semanas previas trataron de bajarle el piso vimos sobrepasadas nuestras expectativas. No sé ustedes, pero yo por primera vez sentí en mi país la misma experiencia festival  que sentí, por ejemplo, cuando asistí a Coachella.

En el 2006 fui parte de la cobertura que hizo Viva, de La Nación. No usábamos redes sociales, no dábamos mayor adelanto por medio del sitio web: todos los esfuerzos estaban puestos en el periódico del día siguiente. En el 2008 volví al Imperial frente del equipo de Vuelta en U y ejecutamos una cobertura más ambiciosa, aún con las limitaciones propias de un medio de nicho. Fue el estreno de un escuadrón brillante, con Damián Arroyo, Adrián Fallas, Arturo Pardo, Garrett Britton y Jorge Navarro, y siento que nos acercamos bastante a una cobertura de grandes ligas.

Pero la prueba de fuego (mi prueba de fuego) fue este año. Ahora con la web de La Nación organizamos un ambicioso plan de trabajo para los dos extenuantes días, durante los cuales subimos 40 notas, muchos más videos, dijimos todo y de todo por redes y transmitimos todas las conferencias de prensa. Si me preguntan, así es como creo que un medio de comunicación diario y con recursos debe de abordar una actividad de este calibre (desde luego que cualquier otro acercamiento informativo se respeta).

El line-up

De lujo, sorpresivo, ecléctico, cautivante. En el plano personal, ver en vivo a Cypress Hill, Moby y Flaming Lips fue un sueño cumplido, y me devolví a la casa como nuevo fan de Gogol Bordello, Manchester Orchestra, Skrillex y TV on the Radio.



Sin que tuviera especial interés en ellos, me es innegable el inmenso impacto que tuvo en los asistentes el estar frente a Maroon 5 y Bjork. LMFAO fue el elemento "cómico" e idiotón de la jornada y La Mala Rodríguez en serio que le hizo honor a su nombre: flojísima en lo interpretativo, el punto más deslucido del cartel.

De los locales, Sonámbulo Psicotropical fue el gran ganador. Su selección para tocar en el próximo Austin City Limits fue la consecuencia lógica del paso arrollador que lleva la banda, al punto de que en el Imperial compitieron no con los otros grupos ticos, sino con los venidos de afuera. Si los invitan a la próxima edición, de fijo se presentarán de noche, en la franja de los más grandes.

De los otros ticos participantes, todos sacaron bien la tarea, con distintos grados de intensidad. Si bien tocaron en igualdad de condiciones que los talentos venidos de afuera (trato que aplaudo de pie), a los compatriotas por lo general les tocó abrir fuego, servir de calentamiento ante un autódromo a medio llenar. Alphabetics y Dissent son prospectos que demostraron por qué su participación no fue un regalo, Patiño Quintana demostró que los grandes escenarios le son naturales, y The Great Wilderness y Huba & Silica redondearon uno de los mejores años de sus cortas carreras. En cuanto a Akasha y 424 tengo sentimientos encontrados: es innegable su pegue y calidad, sin embargo bien pudieron no haber tocado en el festival que nada se habría perdido.Y en cuando a Color Noise y Zopilot! admito que su presencia me desconcertó desde el inicio, tomando en cuenta que bandas como The Movement in Codes y Parque en el Espacio se quedaron por fuera.

Lo principal: el habernos visto expuestos a sonidos nuevos, a bandas de vanguardia, a descubrir un mundo inexplorado más allá de la zona de confort de nuestros tradicionales playlist de iTunes. De mis amigos, casi ninguno se entusiasmó por el Imperial, pues no conocían a la mayoría de las agrupaciones invitadas... y eso es, precisamente, lo más sabroso de un festival.

Charlie Jones, cabeza de la productora C3 Presents, me dijo en entrevista que quizá hizo falta agregar un par de artistas más conocidos, ausencia que fue el lamento del público adulto contemporáneo. Y no dudo que, de haber una siguiente edición, así será. Y eso es bueno.

La logística

Impecable. Aún sin haber ingresado al autódromo, ya uno notaba que algo había cambiado para bien: sin molotes, la gente entrando en orden, mucho espacio para estirar piernas mientras empezaba el festival, una gama de servicios de comida amplísima, que iba mucho más allá del típico pollo grasoso y la pizza tiesa.
Siento que por primera vez La Guácima fue usada a su máximo potencial, con la gente circulando, entreteniéndose incluso sin necesidad de la música. Me decía  Jones que el secreto para que un festival sea soportable para la audiencia es el mantenerla en movimiento (de ahí la alternancia de las tarimas), y brindarle algo más que solo conciertos.

Muy acertado el manejo de parqueos. No he oído las típicas quejas de gente pegada dos horas en las calles-trillo de La Guácima. En esto ayudó mucho el que los vecinos no abrieran sus jardines y lotes a estacionamientos improvisados, pues era ahí donde colapsaba el flujo. ¿Les alquiló Florida sus espacios? No lo sé pero intuyo que por ahí fue la cosa.

El sonido fue magnífico en todo momento. El manejo de cámaras para las pantallas acorde a lo que se espera de este tipo de actividades y la seguridad no se hizo notar, algo que siempre se agradece. Además, una tropa de edecanes y guías orientaban al público, tanto dentro como fuera del autódromo.

Fallos claro que hubo, pero parecieran lógicos e inevitables: las anunciadas zonas libres de humo se hicieron humo; las cabinas sanitarias no soportaron tanta gente con vejiga/intestinos cargados (nota aparte: ¿cómo hace alguien para cagar en un inodoro portátil de esos? El hornazo y la hediondez deberían ser suficientes para cerrarle el culo a cualquiera). El sistema de tiquetes para los alimentos se me hizo bastante engorroso y en la noche, cuando ya el lugar estaba lleno, subir y bajar la rampa para hacerse con el tiquetito era una tarea dantesca.

La prensa

Tema que la mayoría pasa por alto pero que igual se va en mi tira. En los pasados 12 años he cubierto básicamente todos los conciertos que han valido la pena en este país (y otro poco que no tanto) y puedo dar fe de que este ha sido la actividad masiva en la que la prensa ha contado con las mejores condiciones de trabajo.

La organización extendió más de 400 acreditaciones de prensa. Sí, el número asusta, más tomando en cuenta la ínfima atención que la mayoría de medios locales presta un día cualquiera al tema musical. Pero bueno, cuando el Águila convoca, todos quieren ser parte de la fiesta.

En lo personal, más allá de sacar una cobertura web para La Nación que incluyó 40 notas en dos días, más videos, transmisiones y demás, el aprendizaje vino de donde no lo esperaba.

Hay pocos momentos en los que uno como periodista se ve tan expuesto como en las conferencias de prensa. Si la súper pregunta que todos lanzamos tiene el efecto deseado –provocar una respuesta efectiva de parte del entrevistado– uno queda como un titán. En cambio, si el sujeto del interrogatorio no te entendió o menospreció la interrogante, difícilmente uno puede evitar el rubor (aunque no tenga la culpa).

A mí me ha pasado dos veces: la primera y peor fue cuando el elenco de Y tu mamá también vino al país. En la conferencia de prensa hice la que creí era una gran pregunta sobre los símiles del tema de las muerte en la cinta. Gael García-Bernal se volvió y me dijo: "Eso no es así. No entendiste la película". Está de más decir que me hizo mierda.

La segunda vez no fue tan terrible pero sí frustrante, cuando, en la primera venida de los Red Hot Chili Peppers les pedí su criterio sobre las dificultades de unir sus catálogos, dado que han trabajado con dos disqueras distintas. Mi entonces ídolo, Anthony Kiedis, me devolvió un frío "no" que me dejó congelado.

En el Festival Imperial pasado, el colega Ariel Chaves, de Diario Extra, le hizo una pregunta a Duran Duran que recibió por respuesta un insulto de parte del cantante de la banda inglesa. Y todos los presentes nos reímos... sí, yo me reí, no tanto por la respuesta, sino porque se trataba de Ariel, un periodista incómodo y que con sus excentricidades se sale, para bien y para mal, de la norma del gremio (de pirañas).



El escarmio en esa ocasión a Ariel fue duro y en el medio que yo dirigía una periodista que ni estaba ahí escribió una columna lamentable criticando a Chaves... columna cuya publicación yo aprobé.

La semana pasada, sin quererlo, se me volvió, indirectamente, la tortilla, cuando uno de los reporteros que iban conmigo protagonizó un incidente similar con La Mala Rodríguez. A la luz de los días diría que sí, efectivamente la pregunta pudo estar mejor planteada pero eso no garantiza que una tipa tan atorrante como la autoproclamada Mala hubiese respondido mejor. Yo conozco a Olman Castro lo suficiente como para saber que es la persona que para nada promueve el machismo y que la artista española le entendió mal, máxime después de que Olman le mencionara su terrible actuación en el Vive Latino, en México, donde la bajaron a botellazos.

Al ver a un colega en aprietos, el resto del cuerpo de prensa hizo lo que mejor sabe: humillarlo... tal y como lo hicimos, en esa misma sala de prensa, con Ariel cuatro años atrás. Está de más decir que el trance fue carnita para medios especializados en convertir a los periodistas en noticia. La lógica diría que el peor trato se esperaría de un espacio como Intrusos pero el programa del 11 al menos buscó a Olman para pedirle su reacción, algo que se le "olvidó" a un medio que aspira a ser tomado en serio como CRhoy.com.

Lección aprendida, al menos para mí: la próxima vez que un colega se la pele (con o sin responsabilidad) en público, en vez de celebrar su tropiezo, más bien no le estorbaré en su camino a levantarse. Aprovecho para, tardíamente, disculparme por Ariel por no darle la razón frente a un artista que se molestó cuando él le recordó que estaba acabado hace rato. Olman y Ariel son valientes y al menos sí se exponen en las conferencias de prensa, a diferencia de un montón de parásitos que llega, grabadora en mano, a chupar de las preguntas de los demás, sin abrir la boca para algo que no sea devorar los canapés de la mesita aledaña.

Epílogo

Cualquiera que se precie de ser un medio fiebre de la música, en caso de haberse perdido la edición 2012 del Festival Imperial, pues mamó. Así de sencillo.

La gente siempre busca cómo hablar paja y por eso sobraron comentarios en redes  criticando la baja venta de entradas, el que la reventa fuera mala, el que se rifaran tantos boletos. Hasta donde yo sé, los únicos a los que eso debería preocuparles es a los organizadores, quienes sabrán apechugar con el costo de eso. ¿Alguien logró ver a The Flaming Lips por dos rojos? Dichoso.

Ambas fechas La Guácima recibió la noche hasta el copete, así que la asistencia nunca decepcionó. No hay que ser un genio para adivinar que Florida Bebidas no gana plata directamente con la realización del festival, cuyos gastos de producción nunca podrían pagarse con la taquilla (y ni siquiera con la venta in situ de cerveza, que vale decir se vendió deliberadamente a un precio mayor para atenuar su consumo desmedido).

¿Cuál es entonces la ganancia de hacer este festival? El Águila tiene la respuesta. No tengo cómo probarlo pero estoy seguro que los costos del festival se cubren de lo lindo con lo que Florida gana solo en la primera semana de las fiestas de Palmares. Además, hablamos de la única empresa en Centroamérica con un capital tan grande como para derrochar en una extravagancia así, con el branding como único objetivo.

¿Habrá otro Festival Imperial? No lo dudo, ahora que está claro que se entendió cómo llevarlo a cabo y sobrevivir en el intento. Pensarlo como un evento anual se me hace demasiado jalado del pelo pero sí lo veo sucediendo cada dos años, y más si se le da continuidad a la relación con C3 Presents, vínculo que va mucho más allá de lo que vemos en La Guácima, con miles de aguilitas vendiéndose ya en el Austin City Limits y, por qué no, quizá hasta en Lollapalooza.

Águila amiga, la metiste en el puro ángulo... y de chilena.

Así que, mientras tanto, recordemos.

2 comentarios:

  1. Victor, me gustan los huevos que le pones, y la pasion con que escribis...Estoy fuera de target,pero eso no es impedimento para apeciar el buen brete de comunicacion y la fiebre puesta.Tenes razon, en este pais, y mas aun en comunicacion, Dios libre uno se caiga,porque lo hacen mierda.Es de humanos errar,pero de sabios rectificar,es loable como levantas a los colegas caidos, renoces haber hecho leña del arbol caido. Bien por las Aguilas, pero mejor aun por los que nos han puesto a ver los toros desde la barrera de la tecnologia.

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  2. Excelente comentario sobre el episodio en la conferencia de la Mala

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