lunes, 28 de febrero de 2011

Y el Oscar es para... el bostezo


La Academia se lanzó, descaradamente, en pos de audiencias más jóvenes.

La entrega 83 de los premios Oscar –celebrada el domingo pasado– fue una muy calculada estrategia por apelar a un público juvenil, el mismo que copa las salas de cine pero que difícilmente se prende durante tres horas a una transmisión televisiva llena de hombres vestidos de pingüinos y mujeres envueltas en pomposos trajes de diseñador.

La primera señal inequívoca de la movida se dio con la escogencia de los maestros de ceremonia, las muy juveniles estrellas Anne Hathaway y James Franco, ella la princesa de la escuela Disney y él el galanazo divertido y con caché, que igual es el mejor amigo del Hombre Araña que un súper grifo en Pineapple Express.

Pero ya está bien probado que buenos actores no son siempre sinónimo de buenos anfitriones.

Hathaway y Franco hicieron un trabajo para el olvido, de cero espontaneidad y apegado 100% a un guion aprendido de memoria. Sus chistes fueron de repertorio, totalmente instrascendentes pero sí muy políticamente correctos. De mi parte me divertí mucho más con el minuto que apareció Billy Crystal y con el video de Bob Hope que con toda la "actuación" del dúo Hathaway-Franco. Bien por los jóvenes pero a quién hay que pagarle para que el año entrante le asignen la tarea a Billy o a cómicos a prueba de fallas como Alec Baldwin, Steve Martin o Ben Stiller.

Por lo demás, la del 2011 fue una de las entregas del Oscar más aburridas que recuerdo. Creo que el que Estados Unidos viviera un año de relativa calma, con el fin de la crisis financiera, la aparente bajada en lo bélico y la ausencia de elecciones hizo que el "Super Bowl" cinematográfico careciera de pimienta: no hubo lágrimas ni explosiones de euforia de parte de los ganadores; nadie insultó a George W. Bush, y Kirk Douglas resultó el presentador más divertido de la noche, lo cual es mucho decir. Ni siquiera Christian Bale se portó mal.

Momento extraño de la velada: ver al mismísimo Pretty Hate Machine, Trent Reznor, todo modosito recibiendo su Oscar a la mejor banda sonora, por el maravilloso trabajo que hizo musicalizando The Social Network.

A favor de la gala sí hay que agregar que los premios se repartieron entre peliculones, títulos impecables que no dan espacio a la duda. No la he visto aún pero todo el mundo coincide en que The King's Speech era la mejor carta para ganar el Oscar a la película del año, aunque yo hubiera votado por Inception, la cinta del 2010 que más me impactó. Me gustó que la obra de Nolan barriera en las categorías técnicas, pues como bien dijo el cineasta nacional Miguel Gómez, se trata de un filme que será referencia por mucho tiempo entre quienes se preocupan de la mezcla de sonida, la fotografía y los efectos visuales.

Musicalmente, ni una de las canciones en concurso me hizo gracia y el que Randy Newman gane el Oscar a la mejor canción original con una pieza tan plana como la de Toy Story 3 habla muy mal de la música de película del último año. Estas canciones ni para piratearlas dan.

Me gusta que, al fin, Natalie Portman sea una "Academy Award Winner". Es una actriz demoledora, que papel que toma, papel que doma, y si la he visto en una mala película no ha sido por su culpa, sino debido a George Lucas. Mucha gente lo primero que recuerda de ella es The Professional (cinta maravillosa) pero para mí su referente tempranero es Beautiful Girls, donde siendo una adolescente le roba la película a estrellas más reconocidas.



En cuanto a Colin Firth, no sé qué pensar. Pareciera que es un digno merecedor del Oscar (mi apuesta era para James Franco, por 127 Horas) pero me cuesta desprenderme de la imagen que se ha forjado de inglés tontoneco, novio de Brigitte Jones y empleador de la Nanny McPhee. ¿Se saldrá de ese género? Su carrera en adelante será mucho más interesante, eso sí.

Películas que quedé con ganas de ver: la cinta danesa que ganó como mejor filme en idioma extranjero se nota perturbadora, al menos por los avances disponibles en Internet; The Fighter y Winter's Bone. Espero lleguen pronto al videoclub.

Lo imperdonable: la Academia volvió a cagarla en uno de los momentos más esperados de la gala, el tributo a las figuras del cine fallecidas durante el año, no solo por incluir la insoportable voz de Celine Dion, sino por sonoros "olvidos". Según el recuento de Eonline, incomprensiblemente se quedaron por fuera del homenaje el trágico exídolo juvenil Corey Haim, el siempre recordado Eddie Fisher, y la protagonista del Último tango en París, Maria Schneider, todos fallecidos meses atrás.

Lástima por Corey, una de las estrellas juveniles más ochenteras de los 80...



martes, 22 de febrero de 2011

Gadafi y Ortega: caminando como un egipcio


En los 80 eran íconos: uno del terrorismo y la excentricidad; el otro de la estupidez y la violencia. Y ambos sabían caminar como un egipcio.

Muamar Gadafi y Daniel Ortega son BFF. Así lo dice Daniel, quien asegura que habla a cada rato con el dictador libio, más ahora que aquel país africano parece al fin listo para librarse del carnicero que durante 40 años ha oprimido a la nación. Según el pelagatos de Nicaragua, su par libio y él conversan largo y tendido, aunque sin entrar en detalles de cómo diablos hacen para comunicarse dos tipos que con costos dominan su idioma natal, a pesar de sus extensas e incoherentes peroratas televisivas.

Daniel le externó –según él– su solidaridad a Muamar, especialmente después de que aquel prometió que ejecutará a cualquiera que se le oponga y que prefiere desatar el infierno en Libia a antes de soltar el poder. Es lógico que Ortega se identifique con tal role model.

Su cercanía quedó inmortalizada en 1986, cuando cuatro bellas jóvenes hicieron que aquel par de bujones danzara como jeroglíficos en el video de Walk Like an Egyptian, el gran éxito de The Bangles. Lejos estábamos todos de imaginarnos en aquel entonces que, 25 años después, los amigotes segurían sin soltar la palanca de controles, aferrados a una trascendencia ganada por los motivos erróneos... y a la brava.

Hoy Gadafi parece destinado a caminar como un egipcio... como su excolega egipcio Mubárak, expulsado del poder por una revuelta popular inimaginable hace apenas dos meses. Y la lista de anacrónicos "líderes" árabes que podrían imitar el andado (huida) de Mubárak crece diariamente...

Lástima que Nicaragua quede tan lejos de Egipto... sería bello ver a su exasperante presidente caminar de medio lado, al son de las Bangles...



martes, 15 de febrero de 2011

Telonero tico para Shakira: ¿deseado o sobrado?


La pirámide aspiracional del artista tiene peldaños bien marcados. El primero, y si se quiere más duro de alcanzar, es el de presentarse, por primera vez, ante una audiencia, en vivo y a la mano de Dios.

No importa si hablamos de chavalillos en un recital de academia que tienen medio año de toquetear una guitarra o de un rejuntado de experimentadísimos ejecutantes que se lanzan juntos en una nueva empresa musical... ese primer chivo siempre será inolvidable.

Si aquella noche hubo palmas y no tomates, entonces el músico buscará tarimas más grandes y audiencias más pobladas. Algunos no pasarán de chivos de 100 personas, otras llenarán salas de conciertos y hasta explanadas al aire libre.

Sin embargo, pocos escenarios parecen tan tentadores como los que traen las estrellas internacionales. OK, está claro: el 99% de los músicos se ve siendo el plato principal en el Madisson Square Garden pero como eso solo le sucede al 1%, entonces para muchos la experiencia más cercana a eso es servir de telonero a una luminaria foránea durante su paso por el país.

Ser telonero es un oficio ingrato pero que vale la pena asumir. El público paga el precio del boleto no para ver al abridor nacional y tiende a desesperarse con este, pues su participación le aleja unos minutos más de esa leyenda (digamos) de la música que ha soñado toda su vida con presenciar en vivo. Además, los sonidistas usan al acto local como conejillo de Indias, por lo que la calidad de su sonido no le anda ni cerca a lo que se escuchará minutos más tarde.

Suele pasar que si hay atrasos e inconvenientes técnicos previos o durante un concierto, es el telonero nacional el que paga los platos rotos. Así lo experimentó Johnnyman cuando le tocó solito dar la cara por la extenuante espera previa a los Fabulosos Cadillacs, a riesgo de que le sacaran un ojo a monedazos. También recuerdo abucheos y lluvia de madrazos para artistas que evidentemente no eran idóneos para determinados espectáculos, como los que "cosechó" Expresso, antes de una actuación de La Ley, o bien Tango India, coincidentemente en otro chivo de los Cadillacs.

Sin embargo, creo que muchos teloneros han sabido salir gananciosos: algunos con aplausos modestos, otros ovacionados y varios simplemente viviendo la noche más titánica de sus trayectorias. De hecho, si se hace un repaso rápido, prácticamente todas las bandas de rock con alguna trascendencia en tiempos recientes de nuestro medio se han puesto –con mucho gusto– la camiseta de abridora: El Parque (Bon Jovi, Soda Stereo, Héroes del Silencio...); Gandhi (Aerosmith, Deep Purple...); Evolución (Red Hot Chili Peppers); Suite Doble (Alanis Morissette); Sight of Emptiness (Megadeth); Akasha (Korn); Bufonic (Green Day); Solocarne (Strung Out); Cocofunka (Aterciopelados); Pneuma (Metallica); Parque en el Espacio (Café Tacuba); Café con Leche (Alux Nahual, Sting...); Anemonah (Depeche Mode); Xpunkha (Misfits); Garbanzos (Fabulosos Cadillacs)... la lista completa es enorme.

En todos los casos ya expuestos, los teloneros fueron invitados por el productor del espectáculo a tomar parte, ya fuera porque el organizador cree que así apoya el talento local o bien porque le es necesario cumplir con el artículo 3 de la ley 5812, que regula la contratación e impuestos de artistas extranjeros del espectáculo. De 1975, esta normativa estipula que "quien contrate o emplee artistas extranjeros deberá contratar igual número de artistas nacionales para el mismo espectáculo, salvo que el sindicato mayoritario respectivo exprese la imposibilidad de suministrarnos".

Ese texto es en el que se ampara el reclamo que la Unión Musical de Costa Rica y la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes (AIE) –y del que también hace eco ACAM– plantearon a la agencia Jotabequ, a fin de que se incluya un artista abridor costarricense en el concierto que Shakira dará como parte de la inauguración del nuevo Estadio Nacional.

Esta es una pelea que nació muerta. La ley en mención –bastante vieja y desactualizada– no especifica penas ni sanciones para aquellos productores que la incumplan, además de ser tan ambigua como para que cualquiera con un poco de ingenio pueda brincársela. En el caso en cuestión, basta con contratar a un grupo de payasos que hagan piruetas en las afueras del estadio de La Sabana esa misma noche y ya, se cumplió la ley.

La normativa también peca de ingenua, pues no entra en detalle sobre las condiciones que se le deberían dar al telonero, ignora el tema de un eventual pago para el mismo ni la duración de su acto: si de ampararse a una ley se trata, esta es sin duda la más inútil de todas.

Ignoro los motivos por los que Shakira no tendrá telonero en Costa Rica, dado que en otros países sí ha contado con artistas que le abran. Lo que sí es cierto es que no se trata de algo nuevo, pues muchas han sido las ocasiones en que los músicos foráneos empiezan aquí sus recitales de un solo, sin platos de entrada, y hasta ahora a nadie había molestado. Andrés Calamaro, Mago de Oz y Joaquín Sabina no tuvieron teloneros ticos y nadie le armó pleito por eso a los productores que los traían, mientras que Iron Maiden nos solo prescindió de los artistas costarricenses, sino que nos obligó a ver en cambio a Lauren Harris. Y nadie dijo nada. Raphael cantó anoche en el Gimnasio Nacional sin telonero, al igual que tampoco han tenido teloneros los cantantes foráneos que han pasado por el Melico Salazar o el Teatro Nacional. Y nadie dijo nada.

Asumo que el movimiento a favor de un shakitelonero tiene que ver con la alta exposición del concierto en cuestión y con el peso histórico propio de la inauguración del inmueble. Sin embargo, pareciera que los promotores de la "lucha" olvidaron que las actividades del Estadio Nacional sí tienen artistas nacionales y en paleta, pues de la semana de apertura, tres noches estarán dedicadas a los intérpretes criollos: una para las orquestas sinfónicas, otra para las agrupaciones tropicales y otra para las bandas de rock y géneros afines.

¿Deberíamos exigir siempre un telonero costarricense en todo espectáculo extranjero? Creo que no. El telonero debería verse como un ingrediente más para redondear el espectáculo y no como una obligación. Además, si pretendemos poner –a la brava– artistas nacionales dentro de los montajes internacionales, primero preocupémonos en definir para qué lo haremos, pues muchos han sido los casos de teloneros que llegan a tocar covers (¿Palmares, alguien?) o bien material original que no se puede conseguir una vez que termina su presentación. Además, ¿es aceptable el oficio de telonero sin paga de por medio o con malas condiciones de sonido?

Aquí creo que vale bien aquello de que es mejor ser deseado, no sobrado, y es evidente que ni Shakira, ni su representación ni los productores del concierto ven a músicos ticos dentro del programa de esa noche, lo cual tampoco es como para inmolarnos.

Las uniones musicales y demás representaciones deberían preocuparse primero por replantear esta ley, contextualizarla y hacerla un instrumento con una utilidad verdadera para sus representados. Además, es ridículo preocuparse por el telonero tico de Shakira cuando se carece de un reglamento o control sobre temas más urgentes, como las desiguales relaciones entre los músicos y los dueños de bares y establecimientos que se dejan una buena tajada de su taquilla. Cuestión de prioridades.

Según ACAM, "el concierto de Shakira genera polémica en el mundo" (gracias a la reacción solidaria del "influyente" gremio de músicos finlandeses)... cuando lo cierto es que de esta polémi-tica ni la diva de Barranquilla se dará por enterada.

viernes, 4 de febrero de 2011

La Fuerza del mini-Darth Vader (y Volkswagen)



Tiene apenas dos días en Youtube y ya sobrepasa los cinco millones de reproducciones... y apenas está calentando.

Se trata de uno de los comerciales que más rápido se ha tornado en viral dentro de la web. El título del anuncio es Volkswagen Commercial: The Force, y fue hecho por la agencia publicitaria Deutsch Inc, de Los Ángeles, para promocionar el Passat 2012, del fabricante alemán.

En poco más de un minuto se nos muestra a un mini Darth Vader que trata, infructuosamente, de mover distintos objetos dentro de su casa a pura Fuerza. Y eso lo entendemos bien todos los que idolatramos la saga de Star Wars, pues en algún momento de nuestras vidas hemos intentado (no lo nieguen) lograr movimientos o acciones por medio de la Fuerza, esa energía que –según explicaban los maestros jedi a los jóvenes padawan– está en todo y en todos.

Desde luego que todos comprobamos mediante trabajo de campo que aquella telequinesis solo le funciona a sujetos de apellidos como Skywalker, Kenobi o Windu (y Lucas, desde luego). Sin embargo, ahí viene la magia del comercial, pues el niño Vader intenta usar la Fuerza con el nuevo Passat de su padre... ¡y la Fuerza está con él! (y con el control remoto del auto, manipulado por su astuto progenitor).

Se rumora que el anuncio se pautará el próximo domingo, durante la transmisión del Súper Bowl. Y con semejante impacto previo en la web no dudo que será de los triunfadores de la batalla publicitaria en que marcas y agencias se enfrascan durante la final del futbol americano, por mucho, muchísimo, el programa más visto del año en Estados Unidos.

Mi primer carro fue un Volkswagen Vento y desde entonces en mi casa le hemos tenido fidelidad a una marca que, vale decir, sabe darse a querer. No sé cuanto incidirá el anuncio en la venta del Passat pero estoy seguro que le declararán el auto oficial del mundillo geek y, en especial, de quienes sueñan con una vida en una galaxia muy, muy lejana...

Sin duda las licencias para usar La marcha imperial, de John Williams, y el personaje de Darth Vader valen un ojo de la cara pero cada dólar invertido por Volkswagen en este anuncio ya se pagó con solo la exposición web de esta semana. Además, presumo que Lucas debió facilitar las cosas, a sabiendas de que su franquicia se mantendrá viva así en otra nueva generación.

En su sitio web, la agencia responsable dice: "Nuestro trabajo es sencillo: conectarnos con y motivar a una audiencia en nombre de nuestros clientes.Si usted trabaja con nosotros nunca le enseñaremos lo que creemos usted quiere ver. Solo le enseñaremos lo que creemos ellos quieren ver".

Y sí, pareciera que todos queremos ver a un Darth Vader de cinco años que descubre, en primera persona, que la Fuerza sí existe.




miércoles, 2 de febrero de 2011

El curioso caso del Dr. Watson


Lo admito: hasta hace unas semanas no sabía quién era el Dr. James D. Watson y si el martes pasado fui testigo de la extraña historia –a la tica– que se tejió a su alrededor, fue porque por motivos de trabajo me contaba entre los centenares que esa tarde se apelotaron y sudaron en el auditorio de la Ciudad de la Investigación, de la Universidad de Costa Rica.

Ganador del premio Nobel de fisiología en 1962 por ser uno de los descubridores de la estructura del ADN, el científico estadounidense es una eminencia en su campo y, a juzgar por el fervor con el que aquella marea de estudiantes de ciencias exactas abarrotó el auditorio, también se le puede considerar una celebridad, casi que el equivalente a una estrella de rock dentro del ámbito académico.

Pareciera, sin embargo, que no todos en la UCR estaban tan al tanto de la visita del doctor, siendo sin duda los miembros del Consejo Universitario los más desinformados de todos. Solo así se explica que el máximo órgano de esa casa de estudios emitiera directrices en contra de la conferencia de Watson el mismo día de la actividad, con la gente ya haciendo una larga fila en las afueras del recinto.

Watson es un claro ejemplo de que un gran cerebro no siempre es reflejo de la mejor personalidad. El octogenario doctor no solo es célebre por sus descubrimientos, sino también por sus polémicas declaraciones, entre las que se cuentan alegatos sobre las diferencias entre el cerebro de las personas blancas y negras o la posibilidad de que una madre aborte si se logra comprobar genéticamente, durante el embarazo, que su hijo será gay. Sí, toda una joyita.

Abrir la boca para disparar semejantes teorías le valió en su momento el rechazo de la comunidad científica y Watson se disculpó en reiteradas ocasiones por sus exabruptos. Aún así, su agenda de conferencias sigue llena y sus exposiciones son apreciadas en cualquier lugar del orbe. Por eso, muchos celebraron cuando se supo que la UCR traería al científico para que hablara ante quien quisiera oírlo.

Desde hace tres semanas su visita fue noticia y mucho se dijo sobre sus atestados, incluyendo lo bueno y lo malo. Sin embargo, el Consejo Universitario pareciera que descubrió el pasado polémico de Watson cuando ya el señor estaba aquí, en sus propias narices. Y entonces se dio una tragicomedia difícil de explicar.

El Consejo ordenó echar abajo la presentación del científico a pocas horas de que subiera al estrado. Y, para cumplir la orden, la UCR emprendió acciones que fueron de lo ridículo a lo inaudito. Entre lo primero se tiene que se cerrara el acceso vehicular a la Ciudad de la Investigación, lo que dejó puerta afuera a la Ministra de Ciencia y Tecnología, entre otros invitados, y obligó a los organizadores a ingeniárselas para camuflar al expositor por accesos no vigilados.

Como la conferencia empezó de todos modos, se ordenó a los técnicos de telecomunicaciones de la UCR el suspender el enlace de Internet facilitado por la casa de estudios para que La Nación transmitiera vía web la actividad. Así, de cañazo, se mutiló la posibilidad de que quienes no estaban en el auditio pudieran seguir en directo las palabras de Watson, muy a tono con las directrices de censura e incomunicación que vemos estos días en Egipto.

Sin embargo, la estampa más ridícula de aquella absurda tarde se dio cuando unos 10 oficiales de seguridad universitarios llegaron al auditorio, con la orden de suspender la conferencia y despachar a los cientos de asistentes. La presencia de aquel contingente me recordó un episodio no muy lejano en la que otros oficiales ingresaron a la casa de estudios, en un operativo que fue denunciado por el alma mater como el non plus ultra del irrespeto. Pues bien, este martes fue la seguridad celeste la que casi provoca un bochinche, pues es lógico que 500 personas tendrían algo que decir cuando se vieran desalojadas de una actividad académica y pacífica por los vigilantes.

Al final tanta payasada fue innecesaria y la conferencia terminó sin mayores incidentes. Sin embargo, no se pudo evitar la mala vibra generada por un intento de censura emitido por las cabezas de una institución donde, se supone, sí se puede ejercer la libertad de expresión y pensamiento. Nunca creí que vería el día en que la Universidad de Costa Rica se esforzara tanto por cerrarle la boca a alguien por no compartir sus ideas.

La U es sinónimo de diversidad, de debate, de encuentros y desencuentros. Durante mis años de carrera ahí escuché a muchos profesores, empleados y estudiantes cuyos planteamientos eran –desde mi punto de vista– enfermizos, descabellados o, cuando menos, patéticos. Sin embargo, nunca esperé que por ello la administración universitaria los fuera a callar o bien taparme a mí los oídos para no escuchar aquellas peroratas.

Creo que quienes quedaron mal con todo esto fueron los señores del Consejo Universitario, pues demostraron poca visión y las órdenes giradas en aquellas horas de impericia fueron tan torpes como absurdas y, cuidado y no, incluso tan intolerantes como las ideas absolutamente repudiables que en su momento dijo el Dr. Watson.

Todo esto lo supimos quienes estábamos, de un modo u otro, relacionados con el andamiaje del evento. La gente dentro del auditorio si se enteró fue por los twits externos de quienes seguían el culebrón pero vale decir que la mayoría de los asistentes se concentraron en las palabras del científico, cuya charla fue amena, básica como para ser entendida por un periodista como yo y, ante todo, inofensiva.

Me gustó (y sorprendió) ver al final la reacción de la concurrencia, jóvenes en su mayoría, que se avalanzó sobre Watson para poder tener un contacto más cercano con él. El doctor tomó asiento y se dedicó por más de 30 minutos a posar para fotos y firmar libros y hojas de cuaderno para una muchachada feliz, tan entusiasmada con su presencia como las adolescentes que idolatraban a Reny y René. Fue el momento Sheldon Cooper del día.