viernes, 9 de septiembre de 2011

PJ20: Al fin nos conocemos, Mr. Vedder


 "El que nosotros estuviéramos 20 años juntos quizá fue más fácil que el que algunos de ustedes estuvieran hoy aquí".

Palabras más, palabras menos, la cita de Eddie Vedder ilustró a la perfección lo que para nosotros significó estar de cuerpo presente en la fiesta de cumpleaños de Pearl Jam.

20 años... ¡Puta, 20 años! Esos son los que han pasado desde que aquella banda empezó su andar en Seattle. Nosotros no nos enteramos de inmediato, de hecho no fue sino hasta 1992 que aquello que llamaban grunge llegó a Curridabat. De eso ya han pasado dos décadas..

1992 y 1993 fueron los años en que muchos nos formamos, musicalmente hablando. Yo entré al cole en el 89 y si bien desde el inicio maticé al rock, mis primeros tanteos fueron con el heavy metal, especialmente en su extremo más liviano, con bandas como Poison, Mötley Crüe, Guns N' Roses y, en especial, Def Leppard como mi guía. Claro, esas fresadas no lo dejaban a uno muy bien parado ante la legión de machos, por lo que también grababa y decía que me gustaban varas más pesadas como Sodom, Sacred Reich o Sepultura.

Pero llegó el grunge (y de su mano la música alternativa) y todos nos pusimos de acuerdo: aquello era buenísimo y no importaba si uno era metalero, punk o fresa que todos por igual respetábamos a los de franelas.

La sobredosis de bandas de calidad fue brutal, más si tomamos en cuenta que no teníamos Facebook, Bandcamp o Soundcloud. El trasiego de casetes era casi inmoral: los más platudos de coles privados compraban originales (a ¢2.700) y el resto de limpios los grabábamos en un TDK (cromado, ojalá) y fotocopiábamos las portadas.


El casete que empezó todo...
Muchos grupos me volaron la cabeza en aquel entonces, pero solo de dos me hice su leal sirviente: Faith No More y Pearl Jam. A los primeros pude verlos, en vivo, en el 2009, siendo PJ el gran pendiente... hasta el pasado 3 de setiembre.

La vida me ha permitido ver muy buenos conciertos, tanto en el terruño como en otros lares, y me ha premiado con el privilegio de poder escribir sobre ellos. Por eso, cuando supe que Pearl Jam se estaba organizando su propia fiesta de 20 años supe de inmediato que DEBÍA estar ahí. Como cómplices de travesía tuve a mis compas de una vida, los scouts de Curri, todos igual o más fiebres que yo: Roberto Mort Sáenz; Jeffrey Negro Madrigal, Alfredo Güila Vargas, Róger Bicho Alvaro, mi hermano Fabián y Alex Bien Aimé, el único sin pasado scout pero que transpira rock y como amigo ya es uno más del grupo.

De Chicago partimos, ese sábado, en un bus cargado de fanáticos venidos de todas partes del mundo. Y es que Pearl Jam escogió para su fiesta un lugar bastante particular. El anfiteatro del Alpine Valley, en East Troy, Wisconsin, está a dos horas de camino de Chicago, justo en medio de la nada. Desde la ventana del bus aprecié un paisaje compuesto por una sucesión infinita de granero-tractor-vaca-sembradío-granero-tractor-vaca-sembradío... aquel patrón me recordó la casa de Pedro Picapiedra, siempre con los mismos muebles cada dos metros.

Un rótulo tipo autocinema rompió la monotonía visual. Camino de lastre, un potrero para cruzar a pie y, de repente, el suelo se abre para mostrar una gigantesca garganta que termina en un escenario desmesurado. Con razón el Alpine Valley (con capacidad para 37.000 personas acomodadas en sus laderas de césped natural) es uno de los venues predilectos de las grandes bandas estadounidenses.

Aquel sábado la lluvia se dejó venir cuando no habíamos aún ingresado al lugar. El aguacero fue brutal, al punto de que el único espacio techado, donde están las ventas de comidas y chucherías, se vio empaquetado desde el mediodía con no menos de 6.000 almas. Con la cerveza carísima (¡$13!) solo los irlandeses se emborracharon, dejándonos a todos los demás viendo el baldazo y "sudando como una cerda" (citando al Mort).

Aún así, la espera fue amena. El lenguaje de las camisetas se desata y es inevitable envidiar a maes que tienen chemas épícas (como el que andaba una de Mother Love Bone, maldito). Nos topamos a unos cuantos ticos y aunque difícilmente coincideremos de nuevo, eso no impidió que surgieran abrazos, saludos y apretones de mano como si nos conociéramos de toda una vida. Incluso me fui de pollo diciéndole a un chavalo que andaba la camisa de la Sele que "qué buena chema", para darme cuenta de inmediato por su cara de desconcierto que era un gringo vestido de souvenir.

Lo mejor de aquel rato fue entrar al Museo de Pearl Jam., exhibición de memorabilia especialmente diseñada para solo ser expuesta en el Celebration Weekend. La fila de una hora valió la pena, pues todos ahí pertenecíamos a esa particular raza que se emociona al ver el bajo reventado de Ament, los cuadernos llenos de canciones de Eddie y las tablas de surf personalizadas que Australia le regaló a la banda. Esa raza que se emociona cuando ve nombres como Green River, Temple of the Dog, Citizen Dick y Lollapalooza... esa raza que quiere llorar cuando le dicen que se puede tomar una foto delante del fondo original que acompañó a la banda en la portada del Ten.

Cuando finalmente la lluvia amainó (un poquito), de la programación del escenario secundario ya quedaba poco. Tuvimos solo chance de ver un par de canciones de Liam Finn (hijo del maravilloso Neil Finn, de Crowded House), y del ganador del Oscar, Glen Hansard. Ambos artistas están bien apadrinados por Eddie Vedder, quien incluso tuvo a Hansard como telonero de su gira solista.

La atención ya se tornaba hacia el faraónico escenario principal, donde actuarían las cuatro bandas estelares. Envueltos en nuestros ponchos nos fuimos a llevar más agua a aquellas laderas, a la espera de Mudhoney, Queens of the Stone Age y, desde luego, Pearl Jam (perdón, pero The Strokes, para mis efectos, no cuenta).

Mudhoney es de esos actos que solo en vivo se entienden. La banda por escencia de Seattle, estuvo ahí antes que todos y fue la única que no se adaptó a la danza de las grandes disqueras, aunque eso le impidiera alcanzar el éxito que realmente se merecía. Mark Arm y Steve Turner son pilares de la historia del grunge y siempre han hecho las cosas a como les da la gana. Esa noche fueron la banda más estridente, la más incorrecta, la más pesada, la más inyourface... escuchar en vivo, por ejemplo, Touch Me... I'm Sick es de esos placeres que uno se llevará a la tumba.

Sigue lloviendo. Son las 7:30 p. m. y el sol aún no se acuesta cuando QOTSA aparece para sus 45 minutos. Josh Homme es un titán, y no solo por su destacada estatura. Los Queens le entran a un repertorio equilibrado, del que Little Sister y No One Knows son las más celebradas.



Sigue lloviendo. A esas alturas estoy bastante molido y me hago un capullo en el poncho, aprovechando el segmento de The Strokes para descansar. Sí, ya sé, muchos lo consideran uno de los mejores grupos de la última década pero a mí nunca me hizo mucha gracia. Así que mientras Julian Casablancas recibe la energía de miles de gargantas, yo trato de desconectarme... hasta que una voz demasiado conocida inundó el anfiteatro.

La gente está como loca y sin haber terminado de levantarme entiendo la conmoción: Eddie Vedder está en escena. El hombre de la noche no se aguantó las ganas y salió en medio acto de los Strokes para hacerle la segunda voz a Casablancas en Juicebox. Cual groupie desatada, la piel se me puso de gallina: escuchar en vivo a Vedder es un objetivo trazado tantas lunas atrás que rayaba en la utopía.

Pearl Jam tomó finalmente la noche y, oh coincidencia, la lluvia al fin nos abandonó. Release fue su apertura, casi mística, y la histeria ya estaba desatada. Ahí estaban los cinco culpables de mi educación musical, juntos, después de 20 años... ¡20 putos años!

En ese momento no lo sabíamos pero el setlist de Pearl Jam se dividía en dos actos, uno para cada noche del Celebration Weekend. Por eso, muchos de los éxitos se quedaron para el domingo y quienes solo los vimos el sábado recibimos un repertorio de legítimas joyitas: covers y piezas olvidadas tuvieron tanta o más importancia que los hits. Además, vale mierda: en noviembre PJ viene a Costa Rica.

Así, por ejemplo, del Ten no hubo sencillos pero cómo quejarse si nos brindaron versiones inyectadísimas de Once y Porch. Para mis efectos, el repertorio fue grandioso: Got Some (mi pieza predilecta del Backspacer); Do the Evolution; Rearviewmirror (dedicada a mi amigo Jeffry Sotis Madrigal); Better Man cantada por un coro de miles. Antes del chivo Alfredo y yo debatíamos que, por ejemplo, si tocaban Breath, entonces State of Love and Trust se quedaría por fuera. Alfredo le iba a Breath y no pudo ocultar su satisfacción cuando sonaron sus primeros acordes, mientras que yo me resignaba a perderme el oír en vivo State, la primera pieza que me aprendí de PJ... pero no, también hubo State of Love and Trust, con el plus de contar con Dhani Harrison (sí, el hijo de George) como guitarrista invitado.

De hecho, los invitados fueron un aspecto único de aquel concierto. Casablancas acompañó a Eddie para cantar Not for You; Homme hizo lo propio con In the Moonlight (tema que creo nadie esperaba); Liam Finn y Glen Hansard fueron parte del molote en Who You Are y Finn volvió para acompañar a Vedder en Education (otra sorpresa).

Sin embargo, ya todo el mundo sabe a estas alturas que el mayor y mejor invitado del fin de semana fue Chris Cornell. Todos, absolutamente todos los que estábamos ahí especulamos desde meses atrás sobre la posibilidad de que Cornell se sumara a la fiesta de sus amigos, más con su cuate de Soundgarden, Matt Cameron, en la batería. Y cuando uno suma Pearl Jam y Cornell, el resultado es sobrecogedor.




Esa noche vimos historia, al presenciar una de las poquísimas reuniones de Temple of the Dog. El espigado Cornell tomó el micrófono y Eddie le cedió el protagonismo. Otro momento histórico: Pearl Jam y Cornell interpretando juntos Stardog Champion, uno de los temas insignia de Mother Love Bone, el grupo semilla de PJ y cuyo cantante, Andrew Wood, partió cuando el grunge apenas iba despegando.

Temple of the Dog nació como un tributo a Wood y así lo recordó Cornell al presentar Say Hello 2 Heaven. Eddie volvió para hacerle coros y la colisión era inminente: Hunger Strike... nada me preparó para escuchar en vivo aquel himno de los 90, que con los dedos de la mano alcanza para contar cuántas veces ha sonado en directo.

En cuanto a los covers, cómo quejarse cuando hay material de Joe Strummer, The Who (Fabián casi se orina) y un cierro apocalíptico, con Pearl Jam y Mudhoney fusionados, arreándole a Kick Out the Jams, de MC5.

No fue un concierto normal... para nada. Fue una fiesta hecha a la medida del cumpleañero. 20 años... ¡20 putos años!

Y agárrense, que el 20 de noviembre está a la vuelta de la esquina de La Sabana.


Todas las fotos y videos por Víctor Fernández. Pueden ver más videos en mi canal de Youtube MrVictorFG

2 comentarios:

  1. Genial mae. Yo he tenido la suerte de ver a mis dos bandas favoritas tres veces y me alegra en puta cada vez que un compa del alma tiene el chance. Ahora falta que otros más se saquen las ganas acá

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