jueves, 25 de noviembre de 2010

Inauguración del Estadio Nacional: noticias sin noticia


No me cabe duda de que la inauguración del nuevo Estadio Nacional (made by China) será ÉL evento del primer trimestre del 2011. Todos tendremos que ver con eso, todos estaremos al pendiente, todos veremos por tele las transmisiones, todos, todos...

Ayer se anunció el programa de la semana de inauguración del recinto, que irá del 26 de marzo al 3 de abril, con actividades de grueso calibre para cada noche... en buena teoría.

Y es que los voceros del Icoder, la Fedefutbol y la agencia Jotabequ –contratada para ejecutar la logística detrás de esa semana de fiesta– anunciaron ayer lo que ya eran secretos a voces: la visita de la selección de fútbol de China casi que venía incluida en el convenio de construcción del estadio, así que no sorprende. Cierto que será bonito ver a la Sele nuestra jugar por primera vez en un estadio local DE VERDAD, aunque sea contra un rival que en lo futbolístico no cuenta, al punto de que hasta en el Mundial del 2002 le ganamos (y con un gol de Mauricio Wright, lo cual es mucho decir).

Los otros dos actos dados a conocer ayer sin duda son palabras mayores pero que tampoco botaron a nadie de la silla, pues estaban más cantados que el gane de Nancy Dobles en Bailando me da sueño. El partido entre Costa Rica y Argentina es por mucho la actividad más llamativa del programa de inauguración: no es por jugar de vende patrias pero ese día todos los que (ojalá) vayamos al estadio que nos regalaron los chinos lo haremos, no para ver a Michael Barrantes o a Darío Delgado, sino para tener el privilegio de, por una vez en nuestras vidas, atestiguar con nuestros propios ojos esa relación tan deliciosa que se da entre Lionel Messi y la bola. Si me toca ver a la Tricolor bailada, entonces que sea porque para Messi es inevitable actuar de otra manera.

El otro de los tres espectáculos anunciados ayer resultó casi obvio: Shakira se encargará de dar el concierto de cierre de la semana en honor al estadio. Lo de la colombiana era un runrún confirmado desde hace meses, dando así al traste con todos los ilusos que –más con fe que con certeza– apostaban a ver en el escenario del Nacional en esos días a U2, Madonna, Coldplay, Bob Dylan, Paul McCartney, AC-DC, los Rolling Stones, Pearl Jam... la fe no se pierde y ojalá que cuando dichos artistas hagan sus giras, en las tres o cuatro fechas que le asignen a Latinoamérica se abra un espacio para nuestro país, pues el estadio de La Sabana sí está en capacidad de recibir sus montajes técnicos y generar una taquilla que pague tanta extravaganza (ya veo a Don Stockwell diciendo que va a reunir a ABBA para que venga al Estadio o algún disparate por el estilo).

Sin embargo, Shakira es una apuesta más a la segura y no me cabe la menor duda de que ese domingo el recinto estará a reventar, muy a pesar de los cientos que ayer se rasgaron las vestiduras en redes sociales y llamaron a boicotear la presentación de la diva de Barranquilla. A mí, en lo personal, me hubiera gustado otro tipo de artista para tan magna fecha pero tampoco voy a llorar... el concierto es para una mayoría y Shakira es de la mayoría (a pesar de que sus últimos discos apesten violentamente).

China... Argentina... Shakira... las tres son noticias sin noticia y salta la duda de qué tendremos en el Estadio Nacional las otras seis noches de celebración. Yo ayer esperaba detalles, nombres, confirmaciones de la multitud de artistas nacionales que, presumo, serán invitados a presentarse a lo largo de esa semana, seguramente que en condiciones tan glamorosas como las que tendrá Shakira. "Los artistas nacionales tendrán su espacio" dijo uno de los organizadores... y ya. ¿Má, pos'ora?

Estamos claros que organizar una celebración de esta magnitud no es ningún queque, y máxime cuando se carece de respaldo económico por parte del Estado. Sin embargo, nada cuesta imaginarse una seguidilla de noches temáticas dedicadas a la música, por ejemplo, con un buen concierto de rock una noche; otro de música tropical la siguiente, y otro de canción urbana, todo con talento criollo. Ojalá muchas sean las empresas privadas que salten de alegría y digan "aquí está mi aporte" para que esas noches los precios de las entradas sean casi simbólicos y que la producción se pague con los patrocinios.

Si de hacer apuestas a la segura se trata, nada costaría juntar en un mismo concierto a los grupos "juveniles" del momento: 424, Akasha, Patiño Quintana y Percance... les juro que ese día no queda un adolescente metido en la casa.

jueves, 18 de noviembre de 2010

La argentinidad de Diego Torres


Diego Torres es de esos artistas que por lo general están fuera de mi radar: sé que existe pero no pongo atención a lo que hace o en lo que anda... hasta que lo escucho en vivo.

Esta semana asistí, por tercera vez, a un recital de este cantautor argentino, no por un gusto particular hacia su obra, sino porque a entrada regalada no se le mira el diente, y, sin embargo, este ha sido el mejor espectáculo que le he visto (al primero fui obligado por trabajo y para el segundo lo que más quería era que Torres dejara de cantar, pues después de él seguía Jamiroquai).

Admito que contra Torres siempre he tenido cierto prejuicio, como que siento que la suya no es una música que me debería gustar. Sin embargo, lo primero que escuché de él fue fulminante, al punto de que aquel sencillo que lo dio a conocer sigue siendo, a mi criterio, su mejor pieza: Tratar de estar mejor.

Eran años en que MTV Latino dictaba la pauta musical para el continente y que nombres como Mano Negra, Fabulosos Cadillacs y Maldita Vecindad eran los que mandaban cuando apareció un macho, mechudo, con el nombre menos artístico del mundo y una canción con mensaje optimista y ritmo de reggae.

Y si Diego Torres pegó llamándose Diego Torres, definitivamente algo bueno había en su música.

Creo que mucho del respeto que le tengo hoy se debe a que Diego no se cree su personaje: sigue siendo el mismo argentino (¡argentinísimo!) obsesionado con el futbol, que cuenta chistes, que se ríe de él mismo y que, como la mayoría de sus coterráneos, siempre ve el vaso medio lleno. Además, Diego (tenía que llamarse Diego) goza de algo de lo que carecen la mayoría de intérpretes de pop latinoamericano: credibilidad. Así, si Torres entona la balada más melosa del mundo, las nenas le creen lo que dice, así como se le respeta cuando habla de rock y hace rock, pues evidentemente sí sabe de ese género y lo practica... en él no hay poses.

Por eso me cae bien Diego Torres. Sus conciertos son cero aburridos y con las intervenciones entre pieza y pieza, el artista me recuerda la buena vibra que por igual me han transmitido en su recitales otros músicos argentinos. En su show de días atrás, Diego bromeó, sudó a mares (el mae debe terminar deshidratado después del chivo) y, lo mejor, desarrolló un repertorio entretenido, con algunas sorpresas que ni sus fans más histéricas podían vaticinar, y que fue casi un guión cinematográfico, con puntos de giro incluidos.

En lo particular me gustó que el artista presentara nuevos arreglos para sus temas más conocidos, lo que refresca su obra. Mis dos piezas preferidas de él –la ya mencionada Tratar de estar mejor y No lo soñé– se presentaron en formato roquero, casi pesadas, con sendos solos de parte de un guitarrista de grueso calibre.


Afortunadamente, el mismo tratamiento se le aplicó a la ya infumable Color esperanza. Presumo que el mismo Torres debe estar algo harto de escuchar su canción como el himno preferido de motivadores y charlistas, quienes la tienen en una estima similar a los libros de Caldo de pollo para el alma y las habladas de paja del Dr. Dobson. Creo que el artista no tiene la culpa de lo sucedido con su canción, aunque es evidente que sabía del perfil ganador (y comercial) que traía la pieza. Pero bueno, Diego le dio otro tempo y cadencia para el concierto y eso se le agradece.

Entre las sorpresas hubo un aburridón popurrí de éxitos de Michael Jackson; un set acústico muy similar al usado en los conciertos unplugged de MTV, y algo que sí resultó inesperado y hasta emocionante: la participación del también argentino Noel Schajris, hoy solista tras su paso por Sin Bandera.

Noel interpretó a dúo con Torres el tema Guapa, incluido en el disco de Diego. Para mí eso no tuvo mayor trascendencia más allá de lo anecdótico pero donde sí me limpiaron fue con el cover que hicieron de Easy, original de los Commodores de Lionel Richie y familiar para muchos debido a la popular versión de Faith No More... eso sí fue una sorpresa.



No sé si volveré a ir a un concierto de Diego Torres, aunque ya sumo tres y siempre digo lo mismo. Sin embargo, sí le abono el ser uno de los pocos artistas de pop latinos que viene sin jugar de vivo, que le importa hacer su arte y, sobretodo, pasarla de lo lindo... como buen argentino.

viernes, 12 de noviembre de 2010

¡Yo quiero ir a Isla Calero!

Claro que quiero ir a Isla Calero, aunque me da algo de pena admitir que hace tres semanas no sabía de su existencia (seguro me perdí esa clase de Estudios Sociales)... y yo que creía que nuestra única isla en el Caribe era la Uvita.

Vi las tomas que el audaz equipo de Telenoticias hizo desde el islote (¿o islota?) es disputa y me gustó. La playa pinta bonita y, lo mejor, desierta, al punto de que uno podría broncearse chingo ahí sin problemas, si ni policías hay. Me imagino que adentrándose un poco más en aquel territorio abundarán las alimañas e insectos de enfermedad tropical pero qué importa, con la playa me conformo.

Por eso, ya que estamos –con todo derecho– echándole a medio mundo encima a los nicas para que saquen a sus tropas (tropas tenía Napoleón) de aquel olvidado y olvidable trozo de nuestro territorio, bien deberíamos plantearnos qué diablos vamos hacer ahí una vez que recuperemos Calero.

Podríamos empezar por aprovechar los paquetes 2x1 (para temporada baja) que DestinosTV está preparando una vez que se despejen los nublados del día. Partiendo de Barra del Colorado, todos los lunes y miércoles, usted podrá hacer un paseo en panga hasta la isla, donde disfrutará de un almuerzo fronterizo con vigorón, nacatal y fresco de pinolillo. Los guías lo llevarán a las ruinas, tanto de los campamentos sandinistas como narco, y, al final, se le entregará una copia del mapa de Google con errores, autografiada por Larry Page y Sergey Brin.

Entiendo que a la Calero ya le han salido varios pretendientes. Así, Minor Vargas está en planes de instalar ahí un complejo de canchas sintéticas para luego llevarse allá al equipo de Brujas. Consultado al respecto, don Minor dijo que bien conocido es que dicha franquicia mejenguera no genera empatía en ningún pueblo, por lo que al mudarlo a un rincón olvidado de Dios al menos tendrá una excusa para su inexistente afición.

En la misma línea se ha manifestado Don Stockwell, tan amigo de invertir dinero en negocios “prometedores” como bonos de deuda política clase C del Movimiento Libertario. El farandulero empresario aspira a convertir Calero en una versión Disneylandia de la Escuela de las Américas. Una batería de ilusionados polos con plata uniformados con camisetas camufladas que digan “Yo ando conDon” (la genialidad la inventó él, no yo) será aerotransportada a la zona en disputa, donde deberá saltar en paracaídas e internarse en la jungla. Ahí sobrevivirá haciendo cocina sin utensilios y alimentándose de orugas y escarabajos, mientras se oculta de los comandos pinoleros. El premio final será reclamar la bandera bicolor que los vecinos del norte guardan con tanto celo en su covacha, eh, digo, cuartel general de Calero.

Otra idea que ya se ha filtrado en redes sociales es la de un concierto masivo en territorio calereño (¿es ese el gentilicio correcto?). La Cervecería vio en Calero el sitio idóneo para revivir el Festival Imperial, que lógicamente pasará a llamarse Festival Toña para, con la coyuntura, impulsar la venta de esa birra importada. Los creativos detrás de la producción se aventuraron y anunciaron en Twitter un cartel binacional que incluiría a Perrozompopo, Malpaís, Luis Enrique (el salsero), Gandhi, Claudia Cardenal, Éditus, Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy y, para el cierre, la Orquesta de la Papaya de Manuel Obregón. Está de más decir que a ambos lados de la frontera aquella idea con tufo a malta y cebada no hizo nada de gracia, por lo que, tras días de negociaciones, la cervecera desechó la propuesta: con decirles que, para quedar bien aquí y allá, sólo logró confirmar a Rina Vega, la cantante nicaragüense de ese orgullo nacional que es Calle 8.

En veremos también quedó la marcha universitaria en contra de la ocupación extranjera de la isla. En la FEUCR y FEUNA se las vieron de palitos, dado que el manual del revolucionario no indica qué hacer cuando el agresor es precisamente otro revolucionario. Así, algún estudiante se apuró a tapar el cartel de la sala de reuniones que muestra a Ortega bajo la frase “Qué vivan los pobres del mundo” y se convocó de urgencia una asamblea para definir lo indefinible. Si la invasión fuera de parte de marines gringos está cantado que la marcha sería hacia la embajada estadounidense en Rohrmoser (porque, dejémonos de varas, eso no es Pavas). Sin embargo, al ser el pleito con los nicas, los jóvenes líderes no se pusieron de acuerdo en si deberían encaminarse, con tumbacocos y grupos culturales, hacia la Embajada nica; la escuela Rubén Darío o La Carpio.

En medio de tanto frenesí, el comandante Tijerino al fin dio pie en bola y si bien no pudo frenar los avances nicas, sí logró poner a raya a los nacionalistas ticos. Embanderados por las ideas hitlerianas, cinco jóvenes de apellidos tan arios como Chávez, Cascante, Zamora, Rojas y Ugalde planearon “en secreto” (secreto que idiotamente compartieron en Facebook) una contrainvasión a Calero, donde dinamitarían los campamentos sandinistas y izarían la tricolor, debidamente adornada por una cruz gamada.

El plan de los skinheads se vino al suelo, no por la pericia policial, sino por la estupidez propia de cualquier latinoamericano que aspire a ser de sangre pura. Resulta que los cinco amigos llegaron hasta Limón, se robaron una lancha y naufragaron en la desenvocadura del río Colorado, siendo rescatados por una patrullera criolla que pronto los tuvo a las órdenes de la fiscalía de turno.

A la luz de todos estos acontecimientos, la verdad sea dicha que pocas veces un pedazo de tierra causó tanta curiosidad entre nuestra población. Por eso hoy admito que, al igual que miles de mis conciudadanos, yo quiero ir a isla Calero... aunque sea para broncearme chingo.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Las mejores fans del mundo




Tras varias horas de vuelo, aquel hombre posiblemente ansiaba una buena cama, tal vez un almuerzo poderoso y sin duda llevarla al suave. Sin embargo, su deber era ineludible: al otro lado del cristal cinco muchachas lo señalaban y sonreían, mientras sostenían carteles salidos de una clase de artes plásticas colegial y cámaras digitales propicias para registrar el encuentro.
Así, Leonel García ensayó su mejor sonrisa, dejó de lado el cansancio y se preparó para encontrarse con sus fans... las de verdad.

Al igual que otras tantas personas, hoy también yo estaba en el aeropuerto, no por Leonel, sino por unos parientes. Mucho antes de que el baladista mexicano se asomara por el pasillo, sus seguidoras ya se hacían notar: era evidente que la ansiedad las consumía, mientras hablaban de los cambios físicos del músico, quien por cierto volvió a ser "normal", luego de una extraña etapa como intérprete "alternativo" -en la que adoptó la poco alentadora personalidad de León Polar-, que vino seguida a la separación de Sin Bandera, el meloso y exitosísimo dúo pop que formó con el argentino Noel por cerca de una década.

"¿Quieren más a Leonel que a Noel", le pregunté a una de ellas. "No, tenemos amor para los dos", me respondió la muchachilla, quizás de unos 16. Ella y sus cuatro colegas corrieron a la puerta, siguiendo la indicación que les hacía su ídolo para atenderlas. Fotos, besos, autógrafos, regalos y una corta plática en la acera fue su premio, de parte de un músico que, vale decir, se mostró atento y agradecido por las sinceras muestras de afecto y respeto a su trabajo. Y es que antes de que el mexicano saliera, mi temor y el de mi esposa, Mónica, era precisamente que el artista les hiciera una trastada, las ignorara, despreciara a sus fans, lo cual afortunadamente no sucedió.

Y es que en estamos tan acostumbrados a las estrellas come mierda, a los astros pesados, juega de vivos, hinchados de orgullo, de un orgullo que nosotros mismos les hemos hinchado, que sorprende cuando nos topamos a un cantante famoso que sí sabe ser gente. Desde estúpidos ególatras como Luis Miguel, Axl Rose o Charly García hasta otros que creen que el público está obligado a reírles todas sus animaladas (Arjona, Marilyn Manson), la industria de la música está plagada de tipos que sienten que el universo flota a su alrededor y que ven a los fans como un mal necesario, cuando es esa sección más fiel del público precisamente la que mantiene vivo su mito.

Todos los que hemos dedicado parte de nuestras vidas a la música, en calidad de aficionados, hemos sido fans, en mayor o menor medida. Las cinco chicas que esperaban hoy a Leonel García son tan fiebres como los cientos de cholos que se apelotaron afuera del Juan Santamaría para ver aterrizar el avión de Iron Maiden. En mi caso, aquella lealtad se desató en el colegio, primero para con Def Leppard, y más tarde con Pearl Jam y Faith No More, aparte de otras tantas bandas.

Y sí: fui, soy y seré fan... y qué rico se siente. Hoy entendí a las muchachas felices de tener la firma de un Sin Bandera en un disco, pues igual me sentí cuando, años atrás, me planté cara a cara con mi ídolo musical por excelencia y, con más emoción que pena, le extendí la portada de uno de sus álbumes históricos. Mike Patton tomó el papel con la imagen de la grulla, me sonrió y le estampó la firma. Ese autógrafo hoy vale plata... para mí.

La misma emoción me arrastró en otro momento a la par de Scott Ian y Charlie Benante. Así, hoy guardo con muchísimo aprecio mis fotos al lado de los hombres fuertes de Anthrax.
Por esto, es obvio que discrepo de la posición de colegas periodistas que, tomando un punto de vista muy "profesional", aseguran en público que nunca pedirían un autógrafo o se tomarían una foto con un artista. No me jodan. ¿Puede un periodista ser seguidor de alguien? Siempre he creído que sí y es absurdo negarlo, pues todos en las salas de redacción tenemos nuestros predilectos, sean en política, deportes y cultura.

Está claro que es a todas luces inapropiado (¿o mal visto?) el dejar que esas preferencias afecten nuestro trabajo, al menos cuando de periodismo de corte informativo se trata. Sin embargo, sé por experiencia propia que los mejores artículos suelen estar inspirados en aquellos temas que más nos gustan. Yo me declaro pecador y admito que prefería ir a cubrir un concierto de Santana que uno de... Sin Bandera (de hecho me tocó ver a ese dúo y me aburrí como una ostra).

Pero a Leonel García no le importa mi opinión. A él, se le nota, la que le importa es la de las cinco
chiquillas que un domingo hicieron la perigrinación hasta el aeropuerto con tal de tenerlo, por unos minutos, solo para ellas. El artista les dio besos a todas y se despidió para seguir en lo suyo.

Mis parientes llegaron y a las muchachas les perdí la pista, aunque me imagino que partieron de vuelta a casa, posiblemente en bus, con sus bolsos llenos de recuerdos, de piezas de memoria que dentro de unos años serán tan valiosas como lo es hoy un autógrafo de Renny y René; una foto con los de Magneto o un saludo de Mike Patton.

Eran sólo cinco pero Leonel García puede sentirse dichoso: tiene las mejores fans del mundo.


Este soy yo siendo fan: firma de autógrafos de Mike Patton y Dan The Automator. Coachella 2007 (la foto la tomó un venezolano que estaba en la fila).