viernes, 12 de noviembre de 2010

¡Yo quiero ir a Isla Calero!

Claro que quiero ir a Isla Calero, aunque me da algo de pena admitir que hace tres semanas no sabía de su existencia (seguro me perdí esa clase de Estudios Sociales)... y yo que creía que nuestra única isla en el Caribe era la Uvita.

Vi las tomas que el audaz equipo de Telenoticias hizo desde el islote (¿o islota?) es disputa y me gustó. La playa pinta bonita y, lo mejor, desierta, al punto de que uno podría broncearse chingo ahí sin problemas, si ni policías hay. Me imagino que adentrándose un poco más en aquel territorio abundarán las alimañas e insectos de enfermedad tropical pero qué importa, con la playa me conformo.

Por eso, ya que estamos –con todo derecho– echándole a medio mundo encima a los nicas para que saquen a sus tropas (tropas tenía Napoleón) de aquel olvidado y olvidable trozo de nuestro territorio, bien deberíamos plantearnos qué diablos vamos hacer ahí una vez que recuperemos Calero.

Podríamos empezar por aprovechar los paquetes 2x1 (para temporada baja) que DestinosTV está preparando una vez que se despejen los nublados del día. Partiendo de Barra del Colorado, todos los lunes y miércoles, usted podrá hacer un paseo en panga hasta la isla, donde disfrutará de un almuerzo fronterizo con vigorón, nacatal y fresco de pinolillo. Los guías lo llevarán a las ruinas, tanto de los campamentos sandinistas como narco, y, al final, se le entregará una copia del mapa de Google con errores, autografiada por Larry Page y Sergey Brin.

Entiendo que a la Calero ya le han salido varios pretendientes. Así, Minor Vargas está en planes de instalar ahí un complejo de canchas sintéticas para luego llevarse allá al equipo de Brujas. Consultado al respecto, don Minor dijo que bien conocido es que dicha franquicia mejenguera no genera empatía en ningún pueblo, por lo que al mudarlo a un rincón olvidado de Dios al menos tendrá una excusa para su inexistente afición.

En la misma línea se ha manifestado Don Stockwell, tan amigo de invertir dinero en negocios “prometedores” como bonos de deuda política clase C del Movimiento Libertario. El farandulero empresario aspira a convertir Calero en una versión Disneylandia de la Escuela de las Américas. Una batería de ilusionados polos con plata uniformados con camisetas camufladas que digan “Yo ando conDon” (la genialidad la inventó él, no yo) será aerotransportada a la zona en disputa, donde deberá saltar en paracaídas e internarse en la jungla. Ahí sobrevivirá haciendo cocina sin utensilios y alimentándose de orugas y escarabajos, mientras se oculta de los comandos pinoleros. El premio final será reclamar la bandera bicolor que los vecinos del norte guardan con tanto celo en su covacha, eh, digo, cuartel general de Calero.

Otra idea que ya se ha filtrado en redes sociales es la de un concierto masivo en territorio calereño (¿es ese el gentilicio correcto?). La Cervecería vio en Calero el sitio idóneo para revivir el Festival Imperial, que lógicamente pasará a llamarse Festival Toña para, con la coyuntura, impulsar la venta de esa birra importada. Los creativos detrás de la producción se aventuraron y anunciaron en Twitter un cartel binacional que incluiría a Perrozompopo, Malpaís, Luis Enrique (el salsero), Gandhi, Claudia Cardenal, Éditus, Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy y, para el cierre, la Orquesta de la Papaya de Manuel Obregón. Está de más decir que a ambos lados de la frontera aquella idea con tufo a malta y cebada no hizo nada de gracia, por lo que, tras días de negociaciones, la cervecera desechó la propuesta: con decirles que, para quedar bien aquí y allá, sólo logró confirmar a Rina Vega, la cantante nicaragüense de ese orgullo nacional que es Calle 8.

En veremos también quedó la marcha universitaria en contra de la ocupación extranjera de la isla. En la FEUCR y FEUNA se las vieron de palitos, dado que el manual del revolucionario no indica qué hacer cuando el agresor es precisamente otro revolucionario. Así, algún estudiante se apuró a tapar el cartel de la sala de reuniones que muestra a Ortega bajo la frase “Qué vivan los pobres del mundo” y se convocó de urgencia una asamblea para definir lo indefinible. Si la invasión fuera de parte de marines gringos está cantado que la marcha sería hacia la embajada estadounidense en Rohrmoser (porque, dejémonos de varas, eso no es Pavas). Sin embargo, al ser el pleito con los nicas, los jóvenes líderes no se pusieron de acuerdo en si deberían encaminarse, con tumbacocos y grupos culturales, hacia la Embajada nica; la escuela Rubén Darío o La Carpio.

En medio de tanto frenesí, el comandante Tijerino al fin dio pie en bola y si bien no pudo frenar los avances nicas, sí logró poner a raya a los nacionalistas ticos. Embanderados por las ideas hitlerianas, cinco jóvenes de apellidos tan arios como Chávez, Cascante, Zamora, Rojas y Ugalde planearon “en secreto” (secreto que idiotamente compartieron en Facebook) una contrainvasión a Calero, donde dinamitarían los campamentos sandinistas y izarían la tricolor, debidamente adornada por una cruz gamada.

El plan de los skinheads se vino al suelo, no por la pericia policial, sino por la estupidez propia de cualquier latinoamericano que aspire a ser de sangre pura. Resulta que los cinco amigos llegaron hasta Limón, se robaron una lancha y naufragaron en la desenvocadura del río Colorado, siendo rescatados por una patrullera criolla que pronto los tuvo a las órdenes de la fiscalía de turno.

A la luz de todos estos acontecimientos, la verdad sea dicha que pocas veces un pedazo de tierra causó tanta curiosidad entre nuestra población. Por eso hoy admito que, al igual que miles de mis conciudadanos, yo quiero ir a isla Calero... aunque sea para broncearme chingo.

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